Choferes de carros particulares que residen en Santa Elena de Uairén se han aventurado a realizar encomiendas hasta Puerto Ordaz ante la ausencia de transporte público debido a las restricciones por el COVID-19. Cobran entre $10 y $25 dólares por trasladar en su mayoría, sacos de comida.
La economía en el municipio Gran Sabana, que limita con Brasil al sur del país, se ha visto estancada desde que inició la cuarentena. La frontera fue cerrada en marzo para contener el virus mismo lapso en que la gasolina no llega a esa zona.
Taxistas se han quedado sin empleo -en esta localidad no existe transporte público- al igual que quienes se dedican al comercio. Al transcurrir los meses de confinamiento, la necesidad ha hecho que pobladores de Santa Elena se reinventen para subsistir hasta que el peligro de contagio cese.
Tal es el caso de vecinos que compran gasolina bachaqueada a $5 por litro y viajan hasta Puerto Ordaz trasladando encomiendas. «Un sobre, un paquete pequeño cuesta $10, pero lo que más llevamos son sacos de comida, montamos hasta 50 en la camioneta, por eso cobramos entre $20 y $25», contó la esposa de uno de los chóferes que advirtió que no podía identificarse porque sería blanco fácil de militares a quienes le deben pagar vacuna para que les permitan salir de la zona.
Con los sacos de comida dentro de sus automóviles, otras encomiendas, además de varias pimpinas de gasolina que les permiten llegar a su destino sin contratiempos, cada vez son más los choferes que se dedican a esta labor.
Aparte de adquirir la gasolina en el mercado negro, de su ganancia los choferes deben pagar vacuna en unas cuatro alcabalas para que los dejen circular. «Llevamos un saco de comida extra y mayormente pagamos a los guardias con comida», alegó la misma entrevistada que aseguró que una vez a la semana se someten a las pruebas de COVID-19 para poder salir del municipio.
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