Todos pensamos en quienes se van, pero… ¿quién piensa en quienes se quedan?. En Venezuela, la soledad se siente en los hogares que están al cuidado de un guardián familiar, que pasa sus días en un país azotado por lo que organismos internacionales han catalogado de “emergencia humanitaria compleja”, lidiando con una crisis económica sin precedentes y con el recuerdo de los suyos que ya no están a su lado.
Por Daniela Basila, Julimar Rivas / CNN
Esta es la historia de cientos de miles hombres y mujeres mayores de 60 años que viven en soledad en un país que sigue viendo a sus jóvenes cruzar la frontera. Son personas que, por obligación o decisión, tratan de sobrevivir a la soledad que dejó la migración de casi 8 millones de personas que abandonaron el país, en su mayor parte desde 2014, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Sus casas casi vacías se han quedado varadas en el tiempo, con recuerdos, fotografías y colecciones en las paredes que reflejan una familia que alguna vez estuvo unida y que ahora se encuentra dispersa. Una familia que ya no habita ni esa casa, ni ese país.
Luchar con la soledad, la tristeza y la depresión se volvió rutina para las personas mayores en Venezuela.
Otilia Rivas, una mujer de 77 años que vive en el pueblo de Paracotos, en el estado Miranda, dijo que, en muchas ocasiones, se ha sentido deprimida y triste. Sus familiares, y amistades que se convirtieron en familia a lo largo de su vida, ya no están, y ahora no tiene las herramientas para saber de ellas. Viven solo en las fotografías que guarda en el cajón y la visitan solo en sus sueños.
La contestadora interminable
Ramón Rodríguez no tiene teléfono. Lo tuvo que vender hace años por necesidad. Comenta que muchas veces con la ayuda de la Policía trató de contactar a sus hijos, a quienes no ve desde hace 7 años, pero el sonido de la repicadora se volvió familiar a lo largo del tiempo.
Con sus piernas hinchadas por una mala circulación que lo está obligando a operarse por segunda vez, Ramón se sentó a compartir en la mesa del comedor San Blas, un lugar en donde sirven desayunos y almuerzos para las personas de la tercera edad, algunas veces riendo y otras mudo y pensativo.
Ramón no ha podido decirles a sus hijos que vive en la calle y que no tiene dinero para comprar las medicinas que necesita para su tratamiento.
¿Cómo llegamos aquí?
Entre 2015 y 2019, la migración venezolana aumentó rápidamente, alcanzando niveles comparables al desplazamiento de colombianos debido al conflicto armado, que desde 1985 ha forzado a 8,4 millones de personas a abandonar sus hogares, según informes oficiales.
La diáspora es una de las causas de lo que Francelia Ruíz, directora de Proyectos de Convite, llama «fenómeno de la vejez abandonada».
¿Se puede vivir de la pensión?
El 41% de las personas de la tercera edad son pensionadas y el 24% están registradas en la Misión Amor Mayor, un sistema de pensión no contributiva que promueve el Estado venezolano, de acuerdo con el informe de Convite.
Con incredulidad, ríen cuando se les pregunta si pueden vivir de su pensión de 130 bolívares mensuales, equivalente a US $4,76 al cambio oficial del 27 de agosto, según el doctor Julio César Alviárez, superintendente de Seguridad Social.
La última actualización sobre la canasta básica en Venezuela, publicada en junio en la página web del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación de Maestros (Cendas – FVM), la situaba en US$ 550,39, equivalente a 22.098 bolívares al cambio de ese momento.
Esto quiere decir que para comprar una canasta básica que comprende 60 productos se deben ganar un aproximado de 115 salarios mínimos.
Los bonos, un paño de agua que no apaga el fuego
A través del Sistema Patria, una plataforma que creó el gobierno de Venezuela en 2015, hay quienes reciben los bonos, una ayuda económica discrecional que no se considera salario ni se distribuye a toda la población, como el combustible, las bolsas CLAP o los bonos de Guerra Económica. Sin embargo, el acceso a estas ayudas no es una tarea sencilla y existen distintas formas de llegar a esos beneficios.
Esta ha sido una herramienta política que ha utilizado el gobierno de Venezuela para ubicar a los sectores vulnerables de la población y determinar si reciben o no los beneficios.
Usualmente, los bonos más altos son para los que trabajan en el sector público, mientras que los sectores más vulnerables reciben los montos más bajos. La recepción de los bonos depende de la situación social y esto afecta el monto, que está entre los US$ 2,42 y US$ 7,51, según el blog del Sistema Patria actualizado hasta diciembre del 2023. Sin embargo, desde el primero de mayo de 2024 entró en vigor el aumento del salario indexado, el cual establece el aumento del bono de Guerra Económica a US$ 90 aproximadamente, pero las últimas entregas de dicho bono solo llegan hasta los US$ 40, según constató un usuario del Sistema Patria, quien pidió no ser identificado por seguridad.
Los productos que se pueden comprar con siete dólares en Venezuela son limitados. El Mercado de Quinta Crespo, ubicado en el centro de Caracas, es donde muchas personas hacen mercado a bajo costo, y no es extraño ver allí a las personas de la tercera edad pagando con el dinero de un bono.
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