Era el 30 de abril de 2019. Amanecía en Caracas cuando el presidente encargado de Venezuela Juan Guaidó, rodeado de un pequeño grupo de militares, dio el pistoletazo de salida a lo que prometía ser la gran apuesta que terminaría con el mandato de Nicolás Maduro. Un fallido levantamiento que, un año después, ha quedado en el olvido.
Sabela Bello y Gonzalo D. Loeda / EFE
Con aire triunfal, Guaidó -reconocido unos meses antes como presidente encargado de Venezuela por más de medio centenar de países- y Leopoldo López, recién liberado de su arresto domiciliario, aparecían al frente de unos 40 miembros de las Fuerzas Armadas en la base militar de La Carlota, levantados contra el Gobierno de Maduro.
La apuesta falló porque, según la oposición, los «numerosos» militares que se habían comprometido a brindar su apoyo a la causa se retractaron y no aparecieron en la fecha y hora acordadas para derrocar al mandatario, a quien, una vez más, demostraron su lealtad o, según algunos sectores, por miedo a las consecuencias.
GUAIDÓ NO CEDE
La oposición sostiene que aquella jornada tuvo su continuidad, de algún modo, con protestas callejeras, apoyo internacional y reconocimiento externo a la lucha por el cambio en Venezuela, pero en la práctica, todo sigue igual un año después.
La popularidad de Guaidó sufrió altibajos en los últimos 12 meses, logrando su cuota más alta durante una gira internacional que duró más de tres semanas, que le valió para reunirse con diversos líderes mundiales, entre los que se encuentra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con quien Maduro mantiene un pulso constante.
Pero su regreso fue accidentado. Tras aterrizar en Venezuela, a su salida del aeropuerto, fue agredido por simpatizantes chavistas ante las cámaras de numerosos medios de comunicación y la mirada de diplomáticos y dirigentes opositores que lo esperaban en las instalaciones aeroportuarias. Las imágenes dieron a vuelta al mundo.
Lejos de amilanarse, Guaidó endureció su discurso en los días posteriores y anunció una agenda de protestas y actividades políticas enfocadas, una vez más, a derrocar a Maduro.
CONTRAATAQUE DEL RÉGIMEN DE MADURO
La respuesta por parte del Ejecutivo al exitoso viaje de Guaidó no se hizo esperar y las amenazas del mandatario venezolano al líder opositor se produjeron casi de inmediato.
«El día que los tribunales de la República den el mandato de detener al señor Juan Guaidó por todos los delitos que ha cometido, ese día va a la cárcel, ten la seguridad. Ese día no ha llegado, pero llegará», aseguró Maduro tres días después de la vuelta del líder opositor a Venezuela.
Y a finales de marzo, fue el fiscal general, Tareck William Saab, quien procedió con una citación a Guaidó para que compareciese en la Fiscalía por su presunta implicación en un intento de Golpe de Estado.
Pero nuevamente, el opositor hizo caso omiso y no se presentó porque, en su opinión, «la Fiscalía venezolana bajo la dirección de Saab es una burla, y dejó de ser una institución seria que pueda impartir justicia y no solamente persecución».
«(Saab) debería citar a, por ejemplo, los que están señalados por narcotráfico», prosiguió, en referencia a Maduro y a una decena de sus más cercanos colaboradores, que fueron acusados por Estados Unidos de estar involucrados en narcoterrorismo y lavado de activos.
SIN EXPECTATIVAS NO HAY ESPERANZA
Desde que Guaidó proclamó ante una multitud que era el nuevo presidente interino, levantó unas expectativas muy grandes en una sociedad depauperada en la que se percibía una voluntad de cambio. En aquellos días, cundió dentro y fuera de Venezuela la esperanza de que el cambio de Gobierno era cuestión de meses.
El mismo Guaidó se encargó de alimentarlas y consiguió un efecto inmediato: las calles volvieron a llenarse con manifestaciones que, si bien no alcanzaron el nivel de 2017, movilizaron de nuevo a grandes sectores de oposición e incluso llegaron más allá de los tradiciones bastiones del antichavismo.
Sin duda, el cenit de toda esa esperanza se vivió cuando Guaidó y López, su mentor político, se presentaron frente a La Carlota. Hacía meses que se especulaba con una situación similar y para muchos simpatizantes no fue una sorpresa.
Lo que sí generó un fuerte impacto fueron las ínfimas fuerzas que lo acompañaban. Pese a que muchos esperaban un movimiento uniformado nadie sospechaba que Guaidó estaría al frente de apenas una cuarentena de militares.
Ese día y los sucesivos, cuando algunos simpatizantes todavía esperaban que lo militares respondieran al llamado opositor, la esperanza que había generado el Efecto Guaidó se desvaneció.
CINCO DE ENERO, UNA FECHA SIN RESPUESTAS
La fecha más importante en el calendario parlamentario venezolano es el 5 de enero. Ese día comienza el año legislativo y es la fecha en la que debía ser reelegido Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional (AN), que ha contado desde 2016 con una notable mayoría opositora.
Sin embargo, aquella jornada en medio de un confuso incidente que involucró a policías y guardias nacionales, Guaidó no pudo entrar por la puerta principal a la sede de la AN para lograr su reelección.
A las carreras y con el líder opositor tratando de saltar una verja, el bloque de diputados chavistas, con un pequeño grupo de parlamentarios disidentes de la oposición, eligió a un presidente que militó durante años en las filas de los detractores del Gobierno, Luis Parra.
Entre tanto, Guaidó y un centenar de diputados organizaron una sesión paralela en la sede del diario El Nacional y le reelegían presidente. Aunque haya sido reconocido en ese cargo por buena parte de la comunidad internacional, no ha podido volver a celebrar las sesiones en el Palacio Legislativo, lo que le ha quitado buena parte de la distinción que confiere la sede.
Fue el ocaso, de una gran apuesta que tuvo su gran clímax el amanecer del 30 de abril de 2019, cuando insufló unas esperanzas en la ciudadanía que hoy parecen evaporadas.
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