El 5 de marzo de 2013, el entonces vicepresidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acompañado de ministros y militares, apareció en cadena nacional y, con la voz quebrada, le anunció al país el fallecimiento del comandante: Hugo Chávez Frías.
“Recibimos la información más dura y trágica que podamos transmitir a nuestro pueblo: a las 4:25 de la tarde (…) ha fallecido el comandante presidente Hugo Chávez Frías”, rezó.
En el Gobierno se hacían la misma pregunta. Qué sería de Venezuela sin el hombre que fundó la llamada revolución bolivariana, que rompió con la política bipartidista y fue artífice de los años mozos de la economía venezolana. Qué hacer sin el teniente coronel de Sabaneta de Barinas, hijo de maestros, quien estuvo al frente de Venezuela durante 13 años, un mes y tres días y que solo el cáncer terminó doblegándolo.
Desde el fallido golpe de Estado en 2002, Chávez había endurecido su mano contra los medios de comunicación y mantenía su postura de confrontación con Estados Unidos. Se le comenzó a llamar dictador, la polarización aumentó y las confrontaciones políticas eran cotidianas, incluso dentro de las familias.
La Iglesia Católica también fue atacada mediante insultos y descalificaciones, aunque el presidente se hacía llamar cristiano y mostraba constantemente –además de la Constitución- un crucifijo que lo acompañaba. No obstante, su respaldo era alto.
La ascenso de Nicolás Maduro
Solo tres días después de ese fatídico martes, el vicepresidente Maduro asumió el poder siendo elegido finalmente como presidente el 14 de abril del 2013. Y si bien fue ungido por el líder socialista, con la muerte de Chávez, el país perdió el protagonismo internacional, a medida que se reducía la chequera petrolera, se disparaba la migración, y la inestabilidad política se hacía norma, lo que aumentó la factura para el Gobierno, que terminó sancionado, señalado por crímenes de lesa humanidad y con una legitimidad cuestionada.
“Con Chávez nunca hubiera pasado esto”, rezan muchos venezolanos refiriéndose a la crisis que se desató en la última década bajo el mandato de Nicolás Maduro, quien durante estos diez años es blanco de críticas de sectores del chavismo que le acusan de distanciarse de su padre político para conservar a toda costa el poder.
“El socialismo es la vía”, dice continuamente Maduro, quien sin embargo flexibilizó los estrictos controles económicos instaurados por Chávez y ha permitido una dolarización de facto con el fin de hacer frente a una crisis sin precedentes.
Desde la muerte de Chávez, el mandatario abandonó la idea de ser un “remedo malo” y comenzó a diseñar su propia identidad, dice el analista político Luis Vicente León, director de la reconocida encuestadora Datanálisis. “Se dio cuenta que al lado de Chávez se debilita”, agrega.
Lo cierto es que luego de una década, si bien el ‘Comandante’ sigue contando con 50 por ciento de popularidad en el país vecino, su figura “es cada vez más un símbolo y menos poder”. El analista Daniel Varnagy señala que, aunque Chávez es considerado por muchos como referente de agradecimiento, también es un símbolo de “dolor y tristeza, de la ruptura de familias que por su proyecto abandonaron estas tierras”.
En la oposición prefieren no hablar al respecto. Al ser consultados por este diario, varios líderes contrarios al gobierno optan por no emitir comentarios sobre quien ya murió, pero insisten en que la catástrofe venezolana es consecuencia de los años de bonanza que sirvieron para hacer cada vez mayor el gasto público.
Y es que, entre otras cosas, Maduro ya no cuenta con los enormes recursos petroleros de la era Chávez.
Para el economista Aarón Rodríguez, no cabe duda de que el petróleo le otorgó a Chávez la amplitud económica con la que vivió el país en sus años. Con una de las reservas de crudo más grande del mundo, el gasto social fue el foco de la administración y el barril a 100 dólares mostraba un país rico.
Pero, dicen los expertos, nunca se pensó en un escenario contrario a la bonanza como el que existe hoy, en donde la producción de crudo venezolana está estancada en unos 700.000 barriles por día, en comparación con los 3 millones que se llegaron a producir en el mejor momento de Chávez.
Así, la década de Maduro en el poder ha estado marcada por una severa y profunda crisis económica, con siete años de recesión y cuatro de hiperinflación.
Desde su reelección en 2018, en unas cuestionadas elecciones, Maduro recibió además un fuerte rechazo internacional y fue acribillado con sanciones internacionales lideradas por EE. UU., que incluso impuso un embargo al crudo. A ello se suma que el Gobierno tiene una investigación abierta en la Corte Penal Internacional por supuestos crímenes de lesa humanidad tras la represión de multitudinarias protestas en 2017.
De ahí que Maduro cuente con un escaso índice de popularidad del 22 por ciento, muy lejos del 70 por ciento de Chávez en su mejor momento.
Las cifras de la crisis
Los datos económicos son la mayor evidencia de esta década de crisis. Para 2013, por ejemplo, el PIB per cápita era de 15.975 dólares, mientras que al cierre de 2022 este se ubicó en 3.000 dólares.
Al tiempo, el PIB de la nación pasó de 371.000 millones de dólares hace diez años a una caída sin frenos que redujo casi en 80 por ciento el tamaño de la economía. Nicolás Maduro, en su memoria y cuenta, dijo en 2023 que este había crecido 15 por ciento.
En materia de inflación, mientras el 2013 cerraba con una cifra del 56,2 por ciento; en 2022, según datos aportados por el mismo Gobierno, el número se ubicó en 234 por ciento. En ese mismo periodo, la nación empezó a contar por miles a los venezolanos que abandonaron el país.
El último informe de Naciones Unidas señala que, para 2023, los venezolanos en el exterior ya suman 7,18 millones. Y es que en Venezuela poco se había experimentado el fenómeno de la migración. Hace 10 años el país no era receptor de divisas. Por el contrario, desde Venezuela salían 2.356 millones de dólares como remesas a otros países y solo ingresaban 120 millones de dólares que enviaban desde afuera los migrantes.
En 2022, según un informe de la organización Diálogo Interamericano, se calcula que el país recibió 4.200 millones de dólares por concepto de remesas.
Durante su mandato, Chávez buscaba niveles cero de pobreza y hambre llegando, para 2013, al 11,8 por ciento. Dato que contrasta fuertemente con el de 2022, cuando la pobreza tuvo uno de sus picos más altos y se ubicó en 81,5 por ciento. En materia de desempleo, la cifra fue de 5,6 por ciento en 2013 y de 7,8 por ciento en 2022.
Cuando se habla de salario mínimo, tampoco hay manera de esconder la crisis. En 2013, los medios titulaban alarmados que el salario en el país se ubicada alrededor de los 390 dólares al mes. Hoy la cifra es de unos 7 dólares al mes con un dólar que pasó de 6,30 bolívares a 25 bolívares. A lo que se suman tres reconversiones monetarias que, en total, le han quitado 14 ceros a la moneda.
El cerco contra el presidente Nicolás Maduro, cuya legitimidad es cuestionada por algunos Gobiernos, así como la migración masiva, terminó por afectar a los venezolanos que ahora deben solicitar visados para ingresar a decenas de países, que antes recibieron sin ningún requisito más que el pasaporte a los otrora viajeros más ricos de Suramérica.
Pero, lo cierto es que Maduro también ha sobrevivido a fracturas internas del chavismo, que se muestra como un bloque unido y fuerte pese a las disidencias. Y al mismo tiempo ha sacado provecho de las fracturas de la oposición, que comenzó a debilitarse en 2017 con encarcelaciones e inhabilitaciones de líderes y terminó de fracturarse el pasado enero cuando puso fin al “gobierno interino” de Juan Guaidó, la última estrategia impulsada para sacar al mandatario del poder.
A un año de las elecciones presidenciales, el presidente venezolano no tiene un rival definido y lo cierto es que “hará lo que tenga que hacer” por preservar el poder. “Esa es la estrategia”, insiste León. Entretanto, la oposición espera definir un candidato único el próximo 22 de octubre en unas elecciones primarias, que parecen no encontrar un cauce seguro.
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