El subsidio se volvió simbólico para las familias. En las estaciones de este tipo los conductores se encuentran con cobros irregulares de entre $5 y $10 para poder surtir. Las largas colas y la corrupción han ahuyentado a muchos. Otros se ven obligados a echar a precio internacional, pero el presupuesto recibe un fuerte impacto.
“Hace tres meses no echo gasolina subsidiada”, “desde diciembre no lo intento”, “tienes que tener palanca”, “las colas son cada vez más sufridas”, dicen algunos usuarios. La esperanza de que el servicio mejoraría con el aumento del combustible, aplicado en junio de 2020, y la oferta de estaciones “premium” se diluyó con el paso de los meses. Hoy los conductores perciben más corrupción en las bombas subsidiadas, las colas se vuelven más largas y pagar más tampoco les garantiza un servicio de calidad.
La última vez que Hernán puso gasolina subsidiada fue en junio de este año. Llegó a la estación de servicio La Estrella en San Bernardino a las tres de la mañana y salió a las cinco de la tarde, ese día decidió no volver más. Pero la razón no fue solo la cantidad de horas que tuvo que pasar allí, sino también la corrupción que veía. Hernán explica que a veces les pedían 5 o 10 dólares para dejarlos pasar, a pesar de que era una bomba con servicio subsidiado, donde el litro de gasolina debería costar Bs. 5000. Las llegadas a la estación se fueron volviendo cada vez más temprano, llegaba a las 6:00 a. m., a las 5:00 a. m., a las 4:00 a. m. y por último a las 3:00 a. m.
Los usuarios han dejado de surtir en estaciones cercanas a su residencia, porque en muchas de ellas los problemas de despacho empeoran. Entonces la mayoría cuenta que ruletea y se va moviendo de zona hasta identificar alguna que funcione mejor, sin embargo, la oferta de gasolina subsidiada se reduce y muchos han tenido que terminar en las dolarizadas, donde el servicio tampoco es eficiente.
Hernán, por ejemplo, anteriormente echaba en la estación de servicio El Paraíso o en La Royal de San Martín, pero cuando empezó a quedarse a mitad de camino porque les indicaban que la gandola no vendría y que había perdido las horas de cola dejó de ir allí y se mudó a la de San Bernardino, gracias al dato de un amigo que le avisó que siempre despachaban, pero al igual que las anteriores las fallas empeoraron y decidió empezar a echar gasolina dolarizada y sacar menos el carro para estirarla, pues trabaja como repartidor y su carro y la gasolina son su materia prima.
“Cada día son más sufridas”, dice Franklin Contreras, quien hace todo por surtir en las estaciones subsidiadas, debido a que pagar el litro a $0,50 se le hace muy forzado. Él es padre de familia y trabaja como taxista, pero las carreras ya no abundan como antes, debido a que la pandemia ha hecho que la gente restrinja la movilidad. “La última vez que cargué gasolina subsidiada fue hace como 10 días, por lo general yo siempre trato de echar esa gasolina, la subsidiada, pero cada día es peor”, dice.
Franklin al igual que Hernán tuvo que moverse de bomba. Dejó de ir a El Llanito, la que tenía más cerca, “porque se convirtió en una red de mafia por parte de los guardias nacionales”. “Es imposible que uno pueda echar ahí, nada más le dan prioridad a 60 carros y todos los demás que atienden en esa bomba es mediante la contribución de 10 dólares, el que da $10 no hace la cola y pasa a echar la gasolina, no importar si es el día que le toca a tu placa o no, con dar los $10 no haces la cola”, dice.
Un informe del Consejo Ciudadano por el Combustible (Consecom) de julio de este año señala que algunas entidades federales e incluso municipios han creado sus propios sistemas de control y distribución de la gasolina, que lejos de resolver el problema, tienden a generar un mercado paralelo que produce discrecionalidad conflictos y, a su vez promueve la corrupción. En particular porque los mecanismos implementados son administrados por élites políticas o militares.
“En la medida en que se restringe la oferta del combustible, aumentan las situaciones irregulares en las estaciones de servicio y se distorsionan los sistemas de distribución implementados por los entes oficiales”, se lee en el documento en el que participan la Coalición Anticorrupción y Transparencia Venezuela.
Franklin comenta que la situación en la bomba de El Llanito ha empeorado tanto que ahora hay más cola por parte de quienes pagan los $10, que los que van por el litro subsidiado a Bs. 5000. El taxista ahora surte en una estación subsidiada en La Florida, pero el costo sigue siendo alto: duerme en la cola para lograr echar al día siguiente. «Es la única manera porque si te vienes en el día las colas son demasiado largas a pesar de que esta surte bastantes carros”, dice.
La economista Tamara Herrera explica que “en los ciclos en que se agudiza la escasez, el subsidio no se materializa y como siempre, los controles o artificios económicos exagerados o insostenibles traen mercados negros” a la economía. “De allí que se cobren esos $10 y se pagan porque saben que todavía hay un importante ahorro si se llega a surtir a precio inferior al no subsidiado”, agrega.
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