El 8 de octubre de 2022 el día transcurría tranquilo. La gente del barrio Libertador, ubicado en Las Tejerías, estaba en lo suyo: unas mujeres en el mercado, otros en el culto de la iglesia cristiana, algunos hacían oficio de la casa, estaban los que cuidaban a los chamos y otros conversaban alegremente a la orilla de la quebrada Los Patos. Caía la tarde y era la hora del café; los chamos jugueteaban en medio de las calles, mientras el cielo encapotado anunciaba tempestad.
– ¡Parece que va a llover!, gritaba una mujer desde su ventana
– ¡Mija, ya en esa montaña el agua está crujiendo! ¡La cosa se está poniendo fea!, le contestaban.
La quebrada estaba subiendo su nivel y fueron las mujeres del barrio Libertador quienes dieron las primeras señales de alarma. Y en menos de lo que canta un gallo se desató un torrencial aguacero y todo se puso oscuro en Las Tejerías; rayos y centellas estremecieron este noble pueblo alfarero. El miedo y la alarma se apoderaron de la gente, sin dejar por fuera su sentido de supervivencia.
Las mujeres recogieron a sus chamos y algunas otras gritaban: “¡Suban a la montaña que está quebrada, se está desbordando!”. Solo 15 minutos bastaron para que el agua enfurecida arrasara con todo a su paso: se llevó la pasarela, las motos, los carros, las casas, los enseres, los colchones y, sobre todo, a mucha gente.
Francis Bernal, una joven de 26 años, madre de dos bebés, lo vio todo pues estuvo allí. Ella cuenta que, mientras todo estaba oscuro, la gente se comunicaba a gritos desde sus ventanas.
“Yo recuerdo que salí con el bebé, subimos y dejamos a los niños en un ranchito que está aquí arriba, que fue donde pudimos llegar. En lo que bajo la quebrada, ya venía bajando con más agua. Bajo a buscar a mi mamá hasta la iglesia y veo que ya viene el agua y veo cuando arranca la pasarela, que la levanta y como que la vuela: me quedé en shock y pensé fue en los niños. No bajé más porque me dio mucho miedo dejar a los niños y, en lo que subo, el agua ya me llegaba a los tobillos. Una piedra me golpeó y me agarré de una casa junto con otra que me jaló el brazo y así fue que subí”, afirmó a Radio Fe y Alegría Noticias.
Francis salvó su vida y puso su alma y corazón para que otras personas no murieran. “Sacamos a los niños: ayudé a un niño que estaba ahí, que no podía caminar, lo jalamos y ayudé a la hermana a cargarlo y ahí veo cuando un rayo choca con la iglesia”.
Ella pensó mucho en su mamá, quien estaba en la iglesia que desapareció como por arte de magia. “Yo pensaba era en mi mamá y los que estaban en la iglesia; más que todo en mi mamá que estaba ahí y no pudimos bajar a buscarla. Vi cuando el agua la golpeó”, recordó con dolor.
Después de varias semanas, Francis dijo que es un peligro vivir en Las Tejerías hoy en día. Ella quiere una casa y trata de no pensar en esa horrible pesadilla que vivió.
“Toda la vida viví con mi mamá; mi niña me pregunta todavía por ella: ve los cultos y me pregunta por mi mamá. Me dice que va a irla a buscar al cielo y cosas así”, detalló. “Nos gustaría estar aquí, pero como antes con mi mamá y toda mi familia completa. Uno se lo idealiza con los recuerdos de antes, pero ya reconstruirlo así no y vivir aquí ya no; ya es un peligro por los niños”.
“Trato de estar ocupada para no pensar; el estrés a veces no me deja, pero cuando llega la noche me pongo a hablar con mi esposo y siempre le hablo de mi mamá”, agregó.
Salvando a Santa Nina
Las mujeres de Las Tejerías son valientes y antes de que llegaran los socorristas, ellas se activaron y salvaron la vida de una legendaria mujer: Santanidad de González, quien tiene 91 años y brevemente relató para Radio Fe y Alegría Noticias cómo sobrevivió a la tragedia: “Yo dije, no se puede más y tuvieron que sacarme en sillas de ruedas por ese barranco para arriba; en la silla de ruedas las muchachas eran las que estaban conmigo, me llevaban para el baño y para todas partes. Yo tenía más de 30 años viviendo ahí y primera vez que yo veía esas cosas que pasaron, nunca había visto eso. Mi casita no quedó para nada, hasta la ropa la perdí, todo: quedé sin nada. Eso no volvió a ser más como era antes, eso quedó todo como una quebrada, lo que me da es tristeza. Yo quiero una casita”.
Sofía Bello, con 76 años, no dudó en rescatar a su hijo con discapacidad motora. Su instinto protector la ayudó a preservar a su pequeño núcleo familiar.
“Yo le dije a la comadre mía: ‘comadre vamos saliendo de aquí porque va a llover’. Ella me dijo no, eso no va a llover y ella como es una viejita rezaba. Cuando yo veo que el agua que ya llegaba a la sala, le dije: ‘comadre, vamos para el patio’, y ella me decía no comadre, yo no me voy porque voy a sacar mis corotos. Entonces yo le digo primero su vida que los corotos”, dijo Bello a Radio Fe y Alegría Noticias.
“Entonces llegó la nieta mía y me dijo: ‘sálgase de aquí que la quebrada viene arrasando con todo’. Y el niño estaba empezando a dar gritos y yo con la comadre jalando pa’ acá y el niño también: no podía con los dos. Entonces me jalaron para la cocina, ya el agua venía llegando a la cocina, sacamos a la comadre de ahí, nos fuimos corriendo para el patio. Eso fue feo, después faltó el niño: como es alto, él subió y lo agarraron por el muro. Yo en todos los años que tengo viviendo aquí es la primera vez que veo que esa quebrada crece así tan feo. Nunca había pasado nada: había crecido, pero no mucho. Lo único que pensaba era en los hijos míos”, contó.
“Lo único que pido es a nuestro presidente, a ver si nos ayuda con la casa. Porque toditos vivimos arrimados”, expresó.
Sin nada quedaron en Las Tejerías
Celia María es una guerrera de 96 años y más de la mitad de su vida la tiene en Las Tejerías. Ella lo perdió todo y afirmó que el alcalde no le metió máquina a la quebrada y por eso la lluvia hizo estragos.
“La casita eso quedó para nada, quedamos sin nada. Ahí teníamos 52 años y habíamos visto la quebrada crecer como tres veces. Si hubieran metido máquina no nos habría hecho el desastre, pero el hombre no quiso meter máquina”.
Ella aseguró que de su pueblo no se va y espera por la casita que el presidente Nicolás Maduro le prometió.
“Bueno mijo, yo que estoy vieja, tengo pensado que si me ayudan o me dan para mi casa. I si no cuando las hagan, no sé, ninguno quiere irse. Lejos no. Me da tristeza todo”.
Las Tejerías no es la misma desde aquel trágico 8 de octubre de 2022, donde la quebrada Los Patos arrasó con todo. Algunas de las guerreras de Las Tejerías, específicamente del barrio Libertador, espantaron la muerte y salvaron muchas vidas. Hoy esperan sin prisa, pero sin pausa, a paso lento, pero seguro, que el Gobierno Nacional cumpla con la casita que les prometió. Algo se está haciendo, pero ellas piden que se pise el acelerador para reconstruir este pueblo alfarero lleno de heroínas.
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