«El último bombeo que hicieron para acá fue la segunda semana de enero. Más nunca ha caído una gota de agua», se queja María Moreira, habitante del kilómetro 17 de El Junquito, quien lamenta haber perdido todos sus jardines por la sequía.
Moreira cuenta que penúltima semana de abril los integrantes del consejo comunal consiguieron que les enviaran una cisterna para toda la urbanización. El agua fue depositada en un tanque de una casa abandonada y las familias que necesiten, deben avisarle a alguien de la comuna para que les permitan agarrar un botellón. «Eso no alcanza para nada, ¿qué hace uno con un botellón con estos calorones?», se pregunta la mujer.
En la casa de María Moreira se han mantenido estos cuatros meses comprando camiones de agua cada cierto tiempo para lo indispensable. «Cada cisterna nos estaba costando 55 dólares y uno tiene que bañarse, cocinar y lavar la ropa. Prácticamente perdí las matas porque no puedo comprar camiones para regarlas. El agua aquí es terrible. No llega, y para los kilómetros de arriba mucho menos».
Irma Gil vive en otra urbanización de esta zona y no reciben el agua desde hace dos meses. «No tenemos ni para fregar, tampoco ropa limpia y los baños son vaqueros», relata la mujer, quien indica que apenas pueden conseguir tobitos de agua en casa de alguien que les pueda regalar para lo más necesario.
Otros habitantes de la zona agradecen que viven en El Junquito y que hay varios manantiales de donde pueden cargar agua.
Un señor de la tercera edad va todas las mañanas a casa de un vecino que tiene agua de manantial y llena varias garrafas de dos litros, las cuales utiliza solo para la cocina. Otras personas van diariamente a casa de sus familiares que tienen suministro de manantial a bañarse, a lavar la ropa y a cargar botellones para cocinar.
Para María Moreira, tanto los encargados de Hidrocapital como los integrantes del consejo comunal «son unos sinvergüenzas» porque no buscan la forma de solucionar la escasez de agua para toda la comunidad; lo único que ofrecen son medias soluciones que no resuelven el problema de fondo.
Moreira sufre de la columna y dice que cargando tobos de agua el dolor se acrecienta. «El agua de bañarse es para las pocetas, la de lavar la ropa blanca se descarga de la lavadora para la ropa oscura. Es una calidad de vida terrible», concluye.
Las fallas de agua en El Junquito son constantes, pero se desconoce cuál es el motivo de que no se bombee con regularidad para esta zona.
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