A diferencia de otros jóvenes de su edad, cada mañana se levanta temprano, no con planes de disfrutar el día con juegos, amigos o prácticas deportivas, sino para ir a trabajar. Desde niño ha asumido el rol de proveedor del hogar.
Por Frontera Viva
Las manos de Raymond reflejan los años de trabajo, su cuerpo delgado luce ropa desgastada, sus pies calzan zapatos deteriorados, y sobre su espalda escurre el peso de un morral tricolor repleto de huecos.
Con voz sutil ofrece los dulces que lleva depositados en una cesta plástica verde. Es el oficio al que se dedica desde que llegó de Colombia, país en el que vivió y trabajó durante dos años, pero en el que no consiguió lo que esperaba.
Colombia fue el primer destino escogido por el adolescente venezolano que, como muchos otros, busca aliviar la crisis económica que enfrenta. Ahora planea viajar a Chile, donde la vida es más fácil, según le han contado. Aún no sabe qué hará, aunque le han prometido un empleo al llegar.
El viaje lo emprenderá a pie junto a su mamá y uno de sus hermanos mayores. Teme el recorrido, nunca ha caminado tanto, aunque gran parte de su familia salió de la misma forma.
Poca ropa, comida y agua, es lo único que podrá llevar durante el pesado viaje. Cuando llegue a Chile, espera reunir dinero suficiente y retornar al país para establecer un negocio con el que espera continuar sustentando a la familia.
No piensa permanecer en Chile porque en Venezuela deja a los abuelos, quienes dependen de su cuidado y manutención. No olvida, ni por un instante que es el responsable del hogar.
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