El parque automotor de transporte público del país está envejecido y los estímulos a los dueños de autobuses o de los conductores son pocos; sin embargo, los transportistas optan por endeudarse —mediante préstamos de cooperativas, familiares y amigos— para resolver las necesidades más apremiantes y mantener andando las unidades para reunir en bolívares el monto de las deudas que adquirieron en dólares.
Por: Luna Perdomo | Zulvyn Díaz / Tal Cual
Conseguir divisas prestadas para resolver problemas mecánicos, de cauchos, batería y aceite es la tabla de salvación a la que recurren muchos transportistas de diversas rutas para mantenerse activos y no extinguirse.
Entre los gastos más comunes están los cauchos. Algunos prefieren «las chivas» o reencauchar, según el presupuesto, pero la mayoría trata, en lo posible, de montarlos nuevos porque «al final es lo mejor porque duran más», dicen. Otro gasto constante es el de los frenos y el aceite, que varía en cantidad según el vehículo y se consigue desde 4,5 dólares el litro.
Desde que los bancos dejaron de otorgar créditos tras las devaluaciones que pulverizaron el bolívar, y las jornadas de venta de repuestos, lubricantes y cauchos organizadas por el Fondo Nacional de Transporte Urbano (Fontur) se hicieron más esporádicas e insuficientes, los propietarios de autobuses y camionetas por puestos se vieron obligados a salir de circulación ante la falta de presupuesto y opciones crediticias que les permitiera mantenerse en las calles.
No obstante, la dolarización (parcial y de facto) de la economía nacional lanzó una nueva luz de esperanza que parece brillar para muchos transportistas, quienes a través de préstamos que reciben de cooperativas, familiares y amigos logran arreglar sus vehículos y salen a trabajar para pagar las deudas que adquirieron y seguir rodando.
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