En las últimas semanas se han registrado hechos muy llamativos dentro de las filas del chavismo, además de las expropiaciones de partidos aliados, ahora se le suma los asesinatos selectivos contra dirigentes de base. La periodista Sebastiana Barráez relata la historia de José Carmelo Bislick Acosta, un líder de Guiria asesinado luego de denunciar las mafias de la gasolina y la droga en Sucre.
Infobae | Sebastiana Barráez
Aunque el profesor fue un destacado líder político de la revolución en Guiria, la indiferencia o quizá desprecio de los dirigentes del chavismo ante su brutal asesinato, es notoria. “A los actos velatorios no llegó ni el alcalde ni el buró político de la revolución. Tampoco hubo una sesión solemne para honrarlo, aunque él demostró una trayectoria política dentro y fuera del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), de importancia estratégica y organizativa”, relata Rosmery Bislick, hermana del dirigente asesinado.
En exclusiva para Infobae, ella hace notar “que la Secretaria de Gobierno del estado Sucre se presentó al cementerio, pareciera con intensión de lavar culpas y servir de enlace entre los miembros de la alcaldía y el equipo donde Carmelo trabajaba, que se negaba a reunirse con el alcalde y sus directores de línea por pensar que ellos eran parte de este abominable hecho”.
“El diputado Román Rojas no aceptaba acceder a las peticiones de la Secretaría de Gobierno, trayendo como consecuencia que el gobernador se trasladara a Guiria para conciliar ambos equipos. De ahí surge la visita del gobernador a casa de la esposa de mi hermano ofreciendo ahora ayuda a la familia”.
Buscan explicaciones para el absurdo asesinato. “Sospechamos que fue por su crítica constante al tráfico de gasolina, su posición crítica dentro de la revolución. Ni nosotros, como su familia, ni su equipo de trabajo, encabezado por el diputado Román Rojas, nunca supimos de amenaza alguna”.
Una comisión especial del Cicpc Caracas, con una línea distinta a Cicpc Guiria, ha tomado el caso del asesinato de Carmelo, quien era profesor de Educación Física, desde hace 23 años, en el liceo “Dr. Domingo Badaracco Bermúdez”.
Pero Bislick Acosta era principalmente un reconocido político crítico por convicción. Su hermana asegura que “era la columna vertebral del PSUV en el municipio Valdez, por organizar y dominar la técnica electoral”.
Nueve años de concejal, director del Ince, miembro del equipo Político Municipal del PSUV y parte del equipo asesor de los Comité Constituyente. Era coproductor y moderador del programa de radio “El pueblo en combate” en una emisora local con alta sintonía.
Ninguna de las siete personas que estaban ese día en esa casa de la urbanización Villas de Guayacán conocían a los cuatro hombres que, en menos de un par de horas, les marcaron la vida para siempre. “Usaban monos con capuchas, tipo suéter mangas largas, con gorras y telas como tapabocas”. Coinciden en señalar que eran muchachos aparentemente sin preparación alguna, “más bien enviados. Solo le dijeron que se había comido la luz y que lo iban a matar que a eso habían ido”.
Está muerto
Cuando su hermana llega al Cicpc Guiria, después de las 7:30 de la mañana, desde lo sucedido horas atrás, ve allí al comisario Wilmer Cedeño. “Él me dice que encontraron el carro y el cuerpo sin vida de mi hermano. En ese momento acabó como nuestra tranquilidad”.
Rosmery supo después que, ante la escasez de gas doméstico, un vecino llegó a las 5 de la mañana al llenadero para buscar un cilindro lleno. “Es él quien ve, que a escasos 100 metros del lugar, estaba el carro súper conocido del profesor Carmelo Bislick, con la puerta del chofer abierta. Media hora después sospecha que algo extraño pasa porque el carro sigue igual”.
Notifica la extraña situación a un punto de control de la GNB que está cerca de ahí. Los funcionarios, al presentarse al sitio, encuentran el cuerpo sin vida de Carmelo y lo reportan al Cicpc, quien realiza el levantamiento del cadáver. “En el sitio le pedí al comisario Cedeño que me entregara el cuerpo, pero dijo que por protocolo de autopsia lo tenían que llevar a Carúpano, que está a dos horas y media de Guiria”.
“Le insistí que si se lo llevaba lo trajera de vuelta, porque no teníamos cómo trasladar el cadáver porque nuestros vehículos personales no tenían gasolina. Una hora, otra hora, muchas horas de espera. A las 7:00 de la noche de ese 18 de agosto 2020 retornan de Carúpano, entregándome el cadáver para que lo preparáramos y sepultarlo”.
Lo más asombroso es que “en el cuerpo sin vida de mi hermano no había rastro alguno de la autopsia, ninguna incisión de bisturí. En su cuerpo solo se leían las torturas y heridas de bala que causaron la muerte de mi hermano. Kiko le dice al jefe de la comisión que aprese a los culpables pero que no los mate, que los queremos vivos. El funcionario responde que ellos querían, pero que el comisario no quería proceder. Y el comisario comenzó a colocar obstáculos”.
Rosmery le pide a un abogado amigo que retire el protocolo de autopsia de su hermano. “El comisario le dijo que eso estaba en el expediente y que saldría después. Hoy, al haberse cumplido ocho días del suceso, no tenemos ni el protocolo de autopsia ni se ha podido levantar el certificado de defunción. Ningún documento certifica la muerte de mi hermano”.
La amenaza y el secuestro
Ocurrió el lunes 17 de agosto 2020, a las 11 y media de la noche, en la urbanización Villas de Guayacán de la ciudad de Guiria, municipio Valdez del estado Sucre, al oriente de Venezuela. “José Carmelo estaba en su casa, con su esposa, sus dos hijos, su yerno y su nieto de seis meses”, dice Rosmery Bislick.
Narra que entraron cuatro hombres con armas cortas y largas. “Toman a mi hermano como rehén, indicándole que habían ido por él, que es a él a quien buscaban y que lo iban a matar por ‘haberse comido la luz’. Aunque su esposa cae en pánico, él decide colaborar”.
A un Carmelo, sin duda aterrado por la suerte que puede correr su familia, lo sacan de la habitación, lo amordazan y lo sujetan. “Su esposa estaba ahí mirando todo, mientras les suplicaba que no lo fueran a matar”.
Los hombres no parecen tener prisa. “Llevan a Carmelo hasta el patio, donde están los perros, y ahí lo golpean”. Parecían estar hambrientos y proceden a engullirse toda la comida que encontraron, a la par que requisaban las habitaciones, buscando que llevarse consigo.
“Uno de los sujetos dijo que había que matarlo, porque a eso habían ido”, y como en una película de terror y suspenso se movían por la vivienda, mientras se apropiaban de teléfonos móviles, tres computadoras portátiles tipo Canaima y una laptop Hp, además tablet, el equipo de Internet, ventiladores, medicamentos del bebé. “Se probaban ropa de la familia, colocándosela por encima de lo que vestían”.
Una hora antes de irse agruparon a la esposa de Carmelo con el resto de la familia, en una de las habitaciones. “Al marcharse les dijeron que mi hermano los iba a acompañar para salir de la urbanización y que luego regresaría. Al salir mi hermano emite un quejido de dolor. ‘Ay mi madre’ fue lo que dijo mientras lo montan en su carro y se van”.
Rosmery asegura que no pasaron más de 20 minutos antes de que ella se enterara de lo ocurrido. “De inmediato voy a casa de José Fronten Kiko, que más que mi amigo es como un hermano. Nos vamos al Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) subdelegación Guiria”.
Si algo demuestra Rosmery, ante lo ocurrido en la sede policial, es indignación cuando preguntan por el comisario Wilmer Cedeño para denunciar el secuestro de su hermano. “Mientras esperábamos, algunos de los funcionarios se levantaban, otros nos atendían y así transcurrió cerca de media hora. Organizado todo dentro de la oficina interrogan a mi sobrino político Francisco, mientras una comisión pide que alguien los acompañe a la vivienda de Carmelo”.
Eran casi las 2 de la madrugada, cuando Kiko acompaña a la comisión al lugar de los hechos. “En casa de Carmelo los funcionarios recaudan información sobre qué se llevaron, cómo pasaron las cosas, quiénes estaban en el momento de los hechos, pidieron los números de los teléfonos robados por los delincuentes”.
Los funcionarios rastrean uno de los móviles y ubican la señal en la cercanía del hotel llamado Playa Paraíso, hasta donde se traslada la comisión, previo recorrido por donde suponen hubiesen pasado. Al concluir el recorrido le dijeron a Kiko que lo dejarían en su casa.
“Yo estaba en la subdelegación acompañando a Francisco a declarar con Zulay y Soledad, amigas de la familia. El funcionario hablaba por teléfono, chateaba y nos insistía en que nos fuéramos para la casa, lo que al fin decidimos hacer para esperar que amaneciera”.
Después es cuando se enteran de su muerte. “Mi hermano tenía 53 años, tres hijos, una nieta y un nieto que adoraba con el alma. Era esa su felicidad”, finaliza diciendo Rosmery Bislick, hermana de José Carmelo Bislick.
Con información de Infobae
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