Maletas hechas, propiedades vendidas, pasajes comprados y documentos enlistados, es la rutina de los millones de venezolanos que han huido de Venezuela ante una crisis multidimensional y con diversas capas de complejidad que ha erosionado al mismísimo núcleo de la sociedad.
Las cifras que manejan organizaciones como el Observatorio Venezolano de Migración o la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V) indican que hay más de 7 millones de venezolanos que abandonaron el país. A pesar de que son casi una cuarta parte de los 30 millones de habitantes, según estima el Instituto Nacional de Estadística (INE) a falta de un censo que actualice los resultados del hecho en 2011 —, la diáspora es un fenómeno que no se puede reducir a un simple número.
La marcha de este grupo masivo de venezolanos se traduce en una desgracia para otros millones de individuos y centenares de miles de familias enteras. Se evidencia en las decenas de muertes en la selva del Darién y de naufragios en Güiria, en los más de 1,5 millones de niños separados de sus padres, en las mujeres víctimas de redes de trata de blancas. El impacto, desde el punto de vista humano, es imposible de cuantificar.
Pero este proceso también tiene sus consecuencias en otras sociedades. Los países receptores de migrantes han lidiado con la crisis desatada por la gestión de Nicolás Maduro. Se observan marchas y protestas con tintes xenofóbicos, rechazo y medidas gubernamentales que intentan frenar la adopción de la migración venezolana.
Estados Unidos es el ejemplo más reciente de esta situación. En los últimos 12 meses la nación norteamericana recibió a 199.913 venezolanos, según datos de Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza. La mayoría de esta población viajó a través de Centroamérica, cruzando la peligrosa selva del Darién para llegar a Panamá y luego completar la travesía por varios países centroamericanos.
Después de que se triplicara el flujo de migrantes con respecto a septiembre del año pasado, el presidente Joe Biden tomó la decisión de modificar las condiciones para la recepción de esta población en su país. De una bienvenida con brazos abiertos, ahora solo aceptarán a 24.000 venezolanos que tengan un pasaporte válido y un patrocinante en EEUU dispuesto a ofrecerle hospedaje y apoyo financiero.
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