Mientras Nicolás Maduro se prepara para volar a Moscú en los próximos días para reunirse con Vladimir Putin en medio de la escalada de la crisis con Guyana tras el referéndum del domingo pasado, Brasil parece cada vez más estancado. La estrategia del presidente Lula de igualar al país agredido con el agresor, utilizada tanto en el conflicto entre Ucrania y Rusia como entre Israel y Hamas, con Guyana y Venezuela puede no sólo no funcionar sino convertirse en un boomerang para el gigante sudamericano.
Aunque el presidente de Guyana, Irfaan Ali, dijo el miércoles a CNN Brasil que Lula le aseguró “que Brasil apoya firmemente a Guyana y que él no supone ningún comportamiento imprudente por parte de Venezuela”, tanto en la reunión del Mercosur como en el Consejo de Seguridad de la ONU, la postura de Brasil fue genérica: “América Latina debe ser una zona de paz”. En un tuit del 7 de diciembre el presidente brasileño se limitó a pedir que se permitiera al presidente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), Alberto Fernández, discutir la cuestión con las dos partes sin mencionar las provocaciones militares de Maduro. “Brasil está dispuesto a acoger todas las reuniones de negociación necesarias. No queremos ni necesitamos más guerras, especialmente en nuestro continente. Debemos construir la paz para mejorar la vida de las persona”, reza el tuit.
Sin embargo, a diferencia del conflicto en Ucrania y en Gaza, esta vez Brasil se ve directamente afectado por las amenazas de Maduro, ya que su frontera con la región del Esequibo, en Guyana, no es poca cosa. Se extiende a lo largo de unos 790 km desde el Parque Nacional del Monte Roraima hasta Oriximiná, en el estado de Pará. Brasil no sólo corre el riesgo de ser atravesado por tropas venezolanas por tierra, sino también de convertirse, junto con Guyana, en el teatro de una nueva guerra fría, en la que Rusia usa a América Latina como su proxy para desafiar a su enemigo de siempre: Estados Unidos. Fuentes en Washington han revelado a Infobae que la mayor preocupación en estos días es el papel de Putin en la escalada del conflicto. Hasta ahora, Lula no ha ocultado sus simpatías políticas por el presidente ruso, a quien además ha invitado al G20 del próximo año en Río de Janeiro. El pasado septiembre, en una entrevista con el canal indio Firstpost, declaró que Putin no sería detenido en Brasil a pesar de que tiene una orden de arresto de la Corte Penal Internacional.
Rusia, que desde hace tiempo utiliza el continente latinoamericano para reforzar alianzas estratégicas, eludir sanciones, vender petróleo y armas e inundarlo de espías, tiene todo el interés en que aumenten las tensiones en una región estratégica, empezando por el petróleo. Además de los yacimientos de Guyana, tan tentadores para Caracas pero también para Moscú porque su petróleo es más ligero y valioso, hay que mencionar los identificados en la zona brasileña del Margen Ecuatorial. Se trata de la zona de la desembocadura del Amazonas, en el centro de una guerra entre la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, y el Instituto Brasileño de Recursos Naturales Renovables y Ambientales (Ibama), por un lado, y la petrolera nacional Petrobras y Lula, por otro. El margen ecuatorial es una zona de aguas profundas del Atlántico en la que Guyana y Surinam ya descubrieron reservas con hasta 13.000 millones de barriles de crudo. Petrobras estima que el horizonte de explotación en esa zona puede rendir 14.000 millones de barriles de petróleo.
En 2021, Raphael Moura, de la Agencia Brasileña de Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles, había declarado que “el Margen Ecuatorial de Brasil es estratégico porque tenemos un alto potencial para el descubrimiento de petróleo ligero, que tiene un mayor valor comercial, así como una posición geopolítica estratégica, cerca de los principales mercados consumidores del mundo”. No es casualidad que en noviembre de 2022 la navegación en aguas amazónicas del buque ruso Akademik Boris Petrov, ya en el centro de episodios de espionaje, haya despertado muchas sospechas. Además es importante recordar que este año el Brasil de Lula importó más petróleo ruso que la suma de las importaciones del mismo producto en los doce años anteriores. Más precisamente, el flujo de petróleo ruso a Brasil en los primeros cinco meses de 2023 fue un 48,7% más que la cantidad total importada entre 2010 y 2022.
Lula ha ordenado al Ministerio de Defensa el envío de 28 vehículos blindados, incluidos seis Guaraní y seis Cascavel, que sólo llegarán dentro de un mes, y entre 130 y 150 soldados para reforzar la Primera Brigada de Infantería de la Selva en la frontera. En el estado de Roraima hay 12 bases militares, 9 del Ejército, 2 de la Fuerza Aérea y 1 de la Marina. La mayoría están situadas cerca de la ciudad de Boa Vista, a unos 100 km de la región fronteriza con el Esequibo. En total hay unos 2000 militares brasileños defendiendo esa frontera. No es suficiente para hacer frente a Venezuela, una de las mayores fuerzas militares de América Latina, con unos 343.000 soldados y paramilitares, armas y vehículos iraníes y rusos, incluidos 173 tanques pesados y 109 ligeros. Si Venezuela atacara realmente a Guyana, podría intervenir por mar o por tierra. Pero en este último caso necesitaría a Brasil. De hecho, la frontera de Venezuela con Guyana se caracteriza por una selva impenetrable, que hace imposible el cruce simultáneo de vehículos blindados y grandes tropas. La alternativa serían las carreteras, y sólo Brasil dispone de un enlace de este tipo con Guyana, construido en el pasado por el mismo gigante sudamericano. En 2022, el gobierno de Guyana adjudicó a la empresa brasileña Construtora Queiroz Galvão SA un contrato de 190 millones de dólares para construir un nuevo tramo de carretera entre Linden y Mabura, ambas situadas al este del río Esequibo. Queiroz Galvão fue una de las constructoras implicadas en el escándalo del pago de sobornos al Partido de los Trabajadores, el PT de Lula a cambio de contratos con la petrolera estatal Petrobras.
En Globo TV, el comandante de la Marina brasileña, almirante Marcos Sampaio Olsen, afirmó que esta escalada pone “en riesgo” los intereses de Brasil y es “una amenaza” para la paz y la cooperación entre los países de la región. Los militares brasileños reprochan al gobierno de no haber desarrollado hasta ahora ninguna estrategia política para hacer frente a un escenario de guerra, de no haber declarado la “movilización nacional”, es decir, aquellos preparativos logísticos en caso de conflicto necesarios para desplazar más tropas a la frontera. Y existe la preocupación de que, aprovechando esta escalada, puedan entrar en Brasil mercenarios del Grupo Wagner, la organización paramilitar rusa, filial independiente del Ministerio de Defensa ruso y de la Dirección Principal de Inteligencia de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa (GRU). Según fuentes de inteligencia, 400 mercenarios de Wagner llevan tiempo operando en Venezuela, no sólo en Caracas sino también en la frontera con Colombia, donde, vistiendo uniformes de las Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Nacional Bolivariana (FAES), fueron vistos controlando unidades del sistema de misiles S300 en 2021.
El sitio brasileño de noticias militares Defesanet alertó hace unos días de la presencia de cuatro contingentes de Operaciones Especiales venezolanas en Paraitepuy, en la frontera con Guayana y Brasil, que suman unos 190 hombres altamente entrenados. “Están operando”, dice, “sin llevar uniformes normales, optando en su lugar por ropa civil”, posibilitando así la infiltración también de mercenarios rusos. Además, las operaciones especiales venezolanas están llevando a cabo supuestamente un entrenamiento intensivo con indígenas locales. “Esta colaboración tiene como objetivo reforzar el apoyo de las operaciones especiales, centrándose en las tácticas de guerra de resistencia, el uso de dispositivos de comunicación avanzados y la obtención de información crítica. Los indígenas están siendo entrenados para realizar funciones esenciales, incluyendo el monitoreo de los movimientos de las tropas brasileñas en la región y sus activos”, escribe Defesanet.
Cabe recordar que muchos miembros de las etnias Warao y Kariña se han refugiado en Brasil, buscando protección para evitar su extinción en la región del Arco Minero de Venezuela. En la estrategia del ejército de Maduro, por tanto, estaría el intento de cooptarlos. Los indígenas brasileños, sin embargo, tienen miedo. “Nuestra comunidad está a 800 metros de la frontera”, dijo uno de los líderes de la región, Lázaro Wapichana, al sitio de noticias brasileño G1. “Nos sentimos muy inseguros ante un posible conflicto, porque no respetarán a los indígenas ni a nadie, porque una guerra es una guerra”. En los seis municipios fronterizos con Guyana, cinco en el estado de Roraima y uno en Pará, viven 141.000 personas, 37.000 de las cuales son indígenas que viven en seis reservas. La mayor es la Raposa Serra do Sol, con 1,7 millones de hectáreas y 25.077 habitantes pertenecientes a las etnias ngarikó, macuxi, patamona, taurepang y wapichana.
Este territorio, como gran parte del estado de Roraima, es una zona de minería ilegal, sobre todo de oro. Oro que ahora podría atraer a los hombres de Wagner, que en África, por ejemplo, son famosos por controlar minas y ser pagos por sus «servicios» con este metal tan preciado. En este escenario también opera el Tren de Aragua, un feroz grupo criminal venezolano, nacido en 2012 en la cárcel de Aragua, que en los últimos años ha extendido sus operaciones fuera de Venezuela. En el estado brasileño de Roraima, según las autoridades locales, controla varias minas junto al principal grupo criminal del país, el Primer Comando de la Capital (PCC). Este cluster criminal centrado en la minería, según algunos analistas, podría jugar un papel en la escalada del conflicto y atraer nuevas alianzas también con los mercenarios de Wagner. El Tren de Aragua llegó al estado de Roraima junto con migrantes venezolanos. Entre 2015 y 2019 se presentaron en Brasil 178.000 solicitudes de asilo o residencia temporal de ciudadanos venezolanos, tanto que en 2022 Roraima registró el mayor crecimiento demográfico del país con 636.303 habitantes, cerca del 42% respecto a 2010 según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Alrededor de 500 venezolanos entran en Roraima cada día. Pero Roraima también registró el mayor crecimiento de muertes violentas por cada 100.000 habitantes de todos los estados brasileños, un aumento del 91% en los últimos 10 años. Por último, otra vulnerabilidad de esta frontera que el Ejército de Maduro podría utilizar con fines estratégicos es la dependencia energética de Roraima de Venezuela. Hace unos meses, Brasil renegoció la importación de energía de la central hidroeléctrica venezolana de Guri, paralizada en 2019 durante el gobierno de Bolsonaro. Roraima, de hecho, no está conectada a la red eléctrica de Brasil, el llamado Sistema Interconectado Nacional (SIN), a pesar de que varios gobernadores a lo largo del tiempo lo han solicitado.
En este complicado escenario, el asesor estratégico de política exterior de Lula, Celso Amorim, se mostró especialmente preocupado por la posible presencia estadounidense en la región. “Lo que más temo es que se siente un precedente para la presencia de bases y tropas extranjeras en la región. No estamos hablando de cualquier región, sino de la Amazonia, que siempre es objeto de gran preocupación para nosotros. Es nuestra mayor preocupación”, declaró Amorim en una entrevista al Canal Meio. Un avión C-146A Wolfhound del Mando de Operaciones Especiales de la Fuerza Aérea estadounidense fue visto el jueves en sitios web que controlan los vuelos despegando hacia el norte de Brasil desde Manaos, vía Guyana. La aeronave aterrizó después en Barbados. Y también el jueves, Estados Unidos anunció ejercicios militares en colaboración con Guyana, una medida que indicaría un interés en la defensa del país.
A pesar de que el gobierno de Lula se ofrece a mediar entre Guyana y Venezuela, actualmente no tiene embajadores en los dos países. Por esto, el Senado aprobará de urgencia el 12 de diciembre a los dos embajadores elegidos por el presidente brasileño. Maria Cristina de Castro Martins, que irá a Guyana, es en su primera experiencia en el exterior. Actualmente ocupa un cargo en el Departamento de Inmigración y Cooperación Jurídica del Itamaraty, Ministerio de Asuntos Exteriores. Maria Cristina de Castro Martins fue elegida como embajadora en Venezuela. Actualmente es Directora General del Instituto Río Branco, la escuela diplomática subordinada del Itamaraty y responsable de la formación de los nuevos embajadores. Durante su dirección el pasado mes de abril el Instituto acogió una clase magistral del ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov. Ante los futuros funcionarios de la cancillería brasileña Lavrov comparó las declaraciones de Europa sobre el conflicto en Ucrania con la propaganda nazi de Goebbels.
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