El 2019 nos ha dejado las cosas mucho más claras. En primer lugar, que la destrucción de Venezuela será indetenible si no sacamos de raíz al régimen chavista y todo su entramado criminal. La continuidad de Maduro en el poder, hace impensable plantear posibilidad alguna de “mejora” para la gente, pues no estamos enfrentándonos a un sistema de gobierno o a un régimen autoritario. Se trata de un sistema de destrucción.
En segundo lugar, que los cómplices internacionales del régimen no van a perder tiempo ni cesar en su propósito de desestabilizar la región. Para ello necesitan mantener el control del poder, el territorio y los recursos de Venezuela.
Advertimos con tiempo la desestabilización de América Latina, y ocurrió. Ahora tenemos claro que las perturbaciones no se detendrán, mientras el tumor maligno asentado en Venezuela, no sea erradicado. En tercer lugar, que sólo con una estrategia firme, coherente, inteligente, disciplinada y completa de construcción de fuerza, será posible sacar a este régimen del poder, de manera definitiva e irreversible.
Los errores se pagan
Fue el caso del 30 de abril, cuando se pretendió imponer la cohabitación criminal; sumado a todo un año de débiles (e inservibles) diálogos de espalda al país -que no sabemos si aún hoy se están dando en Oslo o en Barbados- y los actos de corrupción que pretendieron ser encubiertos; ante a los cuales, exigimos investigación transparente y firme.
Y finalmente, la insólita e ilegal reincorporación al Parlamento de los exdiputados del PSUV, con el beneplácito y el entusiasmo de la Directiva de la Asamblea Nacional. Todos estos despropósitos políticos, han provocado inevitables consecuencias en el respaldo y en la credibilidad de la dirección política actual, tanto en los venezolanos como en los genuinos aliados internacionales.
Sin embargo, hay que insistir en que el régimen hoy no está más fuerte que a principios de año. La producción de petróleo sigue cayendo, las sanciones aumentan, el cerco diplomático ha llegado a niveles impensables, los mercados repudian a Maduro y los países del hemisferio se han organizado, en un acto sin precedente, a través del TIAR para provocar el socavamiento de los pilares que aún sostienen el régimen.
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Pero lo que sí está ocurriendo es que respecto a “la claridad y cohesión de la oposición”, el régimen pareciera mostrarse comparativamente como robustecido, utilizando esta coyuntura para -ilusamente- proyectarse como una estructura sólida y cohesionada, para mantener su única pretensión: aferrarse al poder, como sea y para siempre. En ese escenario, ha surgido la operación “Quédate Maduro”, que no es otra cosa que un plan muy bien financiado y con muchos participantes dentro y fuera del país, que lo que busca es provocar la resignación y el apaciguamiento de la sociedad venezolana.
Lo que buscan es que aceptemos unas míseras migajas, encubiertas en una “aparente mejora” de las condiciones de cautiverio, promoviendo de este modo, la renuncia a la lucha por la libertad plena, en la que nos comprometimos a principio de este año, con la ruta del 233.
Con el propósito de que esto sea asimilado por los venezolanos y por la comunidad internacional, buscan crear una imagen de “normalización”. En particular, en lo económico con la creciente circulación de dólares y euros, con la apertura de cientos de “bodegones” en varias ciudades del país, y convirtiendo a Caracas en una burbuja dentro de una burbuja para transmitir una supuesta mejora en la calidad de vida.
Gran parte de estos recursos que aparecen en la economía venezolana, provienen de actividades ilegales que buscan convertir a nuestra sociedad en una gran lavadora de dinero sucio, con el propósito de luego insertarlo en los mercados financieros.
La contraparte de estas iniciativas, en lo político, es asegurar la “normalización” basada en la “legitimidad” de la Asamblea Nacional. Con este propósito, impulsan la aprobación de un “crédito humanitario”, como el que pretenden aprobar con la CAF para aliviar la crisis eléctrica en el país.
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Esta operación específica ha activado las alarmas por la corrupción y las graves fallas técnicas que involucra y también porque allana el camino para el reconocimiento (legitimidad) del régimen usurpador.
Adicionalmente, se pretende utilizar a la Asamblea Nacional para avanzar en una campaña de tergiversación sobre los efectos de las sanciones, levantar la opinión pública en su contra y ocultar que estas sanciones representan el mayor obstáculo para que la máquina lavadora en la que el régimen pretende convertir al país, se inserte en la economía global.
La otra argucia, en lo político, es imponer la dinámica “normalizadora” por excelencia: una “elección”. De allí toda la enorme operación de encuestadores, analistas políticos, académicos y dirigentes políticos para convencer que “lo único que queda” es una elección PARLAMENTARIA y que debemos asistir a votar “unidos”, “todos”.
Sabemos que cualquier proceso electoral que se haga mientras se mantenga el monopolio de las armas, de la justicia, de los medios de comunicación y de la economía en manos de las mafias, jamás será un proceso competitivo, y muchísimo menos arrojaría una pérdida de poder real para la tiranía. Llevamos más de 20 elecciones en 21 años, y en todas se ha desconocido la expresión de la soberanía popular.
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¿Qué anima a quienes apoyan esta ruta de apaciguamiento? Se trata de una respuesta compleja, ya que el régimen ha apelado a todos los mecanismos de presión, persecución, chantaje, extorsión y amedrentamiento contra diferentes sectores del país. En este contexto, la corrupción ha sido su arma más efectiva. Son miles de millones de dólares saqueados en el país, cuyos tentáculos han ido penetrando todos los sectores de la sociedad.
Por lo tanto, al concluir el año 2019 con este balance y comprender los avances y retrocesos, debemos tener muy claro que los venezolanos y los aliados internacionales del bien, sabemos que sólo quebrando los tres pilares que sostienen al régimen (el sistema de represión, el sistema de propaganda y el sistema de financiamiento) podremos desarticular el sistema criminal y sacar a la mafia de raíz. Es por esto que destapar los actos de corrupción y de cohabitación, es un paso fundamental e indispensable para desmontar el soporte de la tiranía.
A partir de ahora, tenemos que avanzar para que toda la verdad se sepa y sea enfrentada con el mayor repudio de la sociedad y de los órganos de justicia internacional. Que se avance en la ejecución de más sanciones dirigidas a bloquear el financiamiento mafioso de la tiranía, y que las acciones acordadas en el TIAR se ejecuten de manera firme y decisiva.
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Esto requiere de una organización ciudadana que se deslastre de quienes, con perversos motivos, pretenden desviarnos de la ruta asumida a comienzos de este año. Ésta es la única manera de lograr que en el año 2020 concretemos el objetivo que nos planteamos para este año que termina. Justamente es por esto, por la confianza que tengo en cada venezolano y en el compromiso de nuestros verdaderos aliados en la región y en el mundo, que estoy segura de que los vamos a sacar y que lograremos la construcción de una nación con bases éticas y republicanas muy sólidas.
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