Venezuela está muy lejos de mejorar y así lo demuestra el número de venezolanos que salen cada día por la frontera buscando un mejor futuro. El destino predilecto ya no está en América Latina o Europa, sino en EEUU. Este jueves, un caraqueño de 24 años contó la travesía que tuvo que pasar para llegar a Nueva Jersey, donde se reencontró con su novia tras viajar durante un mes, caer preso, y atravesar ríos y decenas de pasos fronterizos, una operación que le costó 7 mil dólares.
Por Anaisa Rodríguez, Noticiero Digital
La Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), que trabaja con Acnur y la OIM reveló que actualmente hay al menos 6.8 millones venezolanos migrantes en el mundo. Destaca que estos 6.8 millones de venezolanos salieron del país en los últimos cuatro años: en 2018 eran 1.2 millones de venezolanos y a corte de agosto del 2022 son 6.8 millones de venezolanos, es decir, la cifra de venezolanos que han salido del país se ha quintuplicado.
Según las cifras de la Plataforma, de los 6.805.209 venezolanos en el exterior, el 84% (unos 5.745.664) están en América Latina y el Caribe. Actualmente, la acogida de venezolanos sigue siendo liderada por Colombia con 2.48 venezolanos en el país, le sigue Perú con 1.3 millones y países como Ecuador y Chile con casi un millón de migrantes. Sin embargo, durante los últimos meses, miles de venezolanos han hecho hasta lo imposible por llegar a EEUU, y una de las rutas más peligrosas es la del Tapón del Darién.
En entrevista con Shirley Varnagy este jueves, el joven Beyker Ortiz, que vivía en el 23 de enero en Caracas, contó cómo fue su experiencia hasta llegar a la cuna del sueño americano y reconoció que tuvo «mucha suerte», ya que pudo sobrevivir y hoy está trabajando en un bar y gana muy bien. «Todo valió la pena», aseveró.
Ortiz explicó que tenía meses planeando viajar hasta EEUU porque su novia tiene visa americana y se encontraba en ese país. Tenían planes de hacer una vida juntos y construir una familia en EEUU. «Intenté de todo, me fui a Colombia, intenté sacar visas, pero no pude, los trámites me obligaron a cruzar por el Darién».
A su parecer, no importa lo que se haga en Venezuela para tener mejor calidad de vida. «Creo que no importa lo que estudies o lo que trabajes, no vale la pena en Venezuela, estoy convencido de que mis metas las puedo cumplir aquí en EEUU, por eso dí el todo por el todo. Busco estabilidad económica, independencia, darle un mejor futuro a mi familia, educación, salud y en Venezuela no creo que eso sea posible».
Teniendo eso claro decidió embarcarse en una travesía en la que en lo que va de año 14 venezolanos han perdido la vida, según autoridades mexicanas.
«Fui bendecido porque no pasé por millones de cosas que me han contado, sabía los riesgos a los que me enfrentaba, sabía que los ríos crecen, que hay personas que han muerto ahogadas o por agotamiento, que se han fracturado piernas, brazos. Es un riesgo, pero siempre pensé en positivo porque yo tenía mis necesidades y en esta vida, si no arriesgas, no ganas», enfatizó. «Yo conocía mis capacidades, un amigo quería irse conmigo junto a su esposa, sus tres niños pequeños y con poco dinero y yo le aconsejé que no lo hiciera, que esperara porque para ellos, sería un riesgo demasiado grande».
La ruta
«En Medellín tomé un autobús que me llevó a Necoclí, allí agarré una lancha en una de las costas de Colombia, junto a haitianos, cubanos y personas de otros países. Por las redes sociales, me enteré de que un amigo también estaba en Medellín para ir a EEUU y nos pusimos de acuerdo. Llegamos juntos a Carreto que es una playa que queda en la mitad de Colombia y Panamá. Fueron 6 horas de viaje en lancha en mar abierto. Al llegar, dormimos en la playa y al día siguiente, a las 5:00 a.m., emprendimos el camino por la Selva del Darién.
Al principio todo normal, fue caminar y caminar, pero con las horas todo se va poniendo más difícil porque empezaba el pantano, llevábamos puestas botas plásticas de las que usan los carniceros, nos acompañaba una caja de pan, los bolsos con un poquito de ropa; pero al llegar a la mitad del camino, empieza a llover todos los días, se te inundan las botas, llevas los bolsos pesados. Nos teníamos que echar mentol Dencorub en todo el cuerpo porque se nos ponía muy frío de llevar tanta agua.
Llegamos a un lugar que se llama La Casa del Abuelo, donde nos recibió el ejército de Panamá, nos montaron en unas lanchitas y nos llevaron hasta un refugio, pudimos dormir, nos llevaron a la ONU en Panamá, pagamos un pasaje hasta 45 minutos de la frontera entre Panamá y Costa Rica y de allí empezó la travesía por Honduras, Guatemala, El Salvador, etc. Así hasta llegar a México.
En Guatemala me separé de mi amigo porque él no tenía dinero para pagarle como yo a una persona para que me cruzara hasta la frontera con EEUU. Al llegar a México, específicamente a Monterey me agarró migración, yo iba en un autobús con 95 personas, habían ecuatorianos, hondureños, cubanos, hasta personas de Angola. A todos nos llevaron presos a Monte Rey Nuevo León y duré 10 días sin poder comunicarme como si fuera un delincuente. Sufrí maltrato psicológico, yo no entendía por qué nos pasaba eso, pero hubo otros policías que me ayudaron, comía dos veces al día, me pude bañar algunas veces.
Al salir, sentí un gran alivio porque se acabó la tortura del viaje. Llegué a Texas, me recibió migración de EEUU, son súper amables, me dieron la mano, me quitaron todo por protocolo, pero pude avisar a mi familia que estaba bien y duré un día y medio en un refugio en Texas. Me tomaron los datos, huellas, me preguntaron por qué salí de Venezuela, si tenía familiares en EEUU, y al saber todo, me dejaron salir. Mi novia me había comprado el pasaje desde Texas a Nueva Jersey desde que llegué a EUU no he tenido ningún problema para nada.
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