Aunque dudosas, las cifras del régimen de Nicolás Maduro con respecto a la evolución de la covid-19 en este país muestran una realidad: tras cinco semanas en las que se incrementaron los casos en un total de 220 por ciento, Venezuela se adentró en la fase de contagio exponencial.
Los números oficiales, sin embargo, siguen siendo bajos si se comparan con los de países vecinos. Mientras en Venezuela, para la tarde del viernes, se habían confirmado 13.613 casos en poco más de cuatro meses, en Colombia se hablaba de 226.373 y en Brasil, de 2’292.286.
La distorsión podría obedecer a un subregistro, que, a principios de mayo, la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de este país ubicó entre 63 y 95 por ciento.
Y no es la primera vez que en este país se reportan datos dudosos en medio de una pandemia. Según recuerda el virólogo venezolano José Esparza, en 1918 ocurrió algo similar tras la llegada de la gripe española en la dictadura de Juan Vicente Gómez:
“Los datos oficiales no siempre reportan la realidad de la situación. Eso pasó en el año 1918 y pasa ahora, en este momento”.
Pero más allá de esto, como apunta este conocido especialista venezolano radicado en Estados Unidos, en Venezuela la epidemia está “atrasada”.
Esto, sin embargo, no ha impedido que se evidencie, por una parte, la transmisión comunitaria y, ahora, el crecimiento exponencial.
Así, en los próximos días, expertos locales vaticinan que Venezuela se enfrentará a una realidad que ya conocen bien otros países: la del aumento de la demanda de servicios de salud, sobre todo de aquellos más específicos, como unidades de terapias intensivas.
Sin embargo, Venezuela no estaría preparada para esto. Y en los poco más de cuatro meses que han transcurrido desde que se informó oficialmente del primer caso, hasta hoy, poco habría mejorado la situación del deteriorado sistema público de salud.
“En nuestro monitoreo (en los 40 hospitales más importantes del país) no vemos que haya habido un aumento de la capacidad de los servicios, unidad de terapia intensiva, respiradores o camas en general”, dijo a EL TIEMPO el médico infectólogo Julio Castro, quien encabeza la comisión de expertos nombrada por el líder opositor Juan Guaidó –reconocido como presidente interino de Venezuela por 50 países– para tratar el nuevo coronavirus en Venezuela.
Llegan ayudas
Según sus números, en los centros que monitorean, que son los principales del país, hay apenas 200 camas de terapia intensiva, y no todas contarían con respiradores.
Pero ayuda ha llegado. El viernes pasado, el ministro de Salud del régimen, Carlos Alvarado, aseguró que entre la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Cruz Roja y países aliados del régimen habían enviado más de mil toneladas de insumos y equipos médicos para contribuir a la lucha contra la pandemia. La oposición y sus aliados han contribuido con más.
Esta semana, precisamente, se conoció de la distribución de equipos de protección por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), con fondos internacionales, en el marco de un acuerdo suscrito semanas atrás entre ambos bandos políticos. Esto, sin embargo, ha sido insuficiente para paliar la crisis.
“Yo calculo que eso no es ni el 10 por ciento de lo que se necesita. Necesitamos muchísimo más que eso para que todos los hospitales tengan el equipo de preparación necesario todo el tiempo, porque esto no puede funcionar unas veces sí y otras no”, acotó Castro.
El régimen, de momento, se prepara para ampliar su capacidad de diagnóstico de la enfermedad. Hasta ahora, la ha centralizado en el Instituto Nacional de Higiene (INH), en Caracas.
Aunque se desconoce la cantidad de pruebas de PCR que puede realizar por día, expertos coinciden en indicar que es limitada.
De hecho, médicos como Castro han experimentado retrasos en la obtención de resultados de pacientes que oscilan entre los 5 y 9 días, y eso que están en el área metropolitana de Caracas.
El régimen, no obstante, ha negado la licencia a laboratorios privados que podrían realizarlas, aunque esta semana confirmó que reforzaría con el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic) como segundo centro para hacer pruebas de PCR, una medida que expertos como Esparza consideran apropiada. El problema, sin embargo, trasciende. “Más allá del número de centros, Venezuela debería estar haciendo entre 5.000 a 6.000 PCR al día y claramente no lo está haciendo. No sabemos cuál es la capacidad real en este momento, porque nunca lo han dicho, pero sí creemos que debería aumentarse”, insistió Castro.
Solo con estas pruebas, insisten expertos como Esparza, se puede entender cuál es la magnitud real de la epidemia en este país.
Aún a ciegas, el régimen de Maduro evalúa seguir implementando, a partir del lunes 27, el método que aplicó durante la fase de ascenso, de siete días de cuarentena radical intercalados con 7 días de flexibilización en algunas áreas.
“Eso funciona en una sociedad muy disciplinada, muy regimentada”, advirtió Esparza a EL TIEMPO, mientras manifestó no estar seguro de que sea una solución práctica para Venezuela, considerando su realidad social. Para Castro, “lo que se está haciendo no está funcionando” y el régimen debe replantear su estrategia.
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