La tormenta opositora impone un reacomodo. El politólogo Oscar Vallés indica que la oposición debe hacer todo lo que está a su alcance para debilitar al régimen político, lo que incluye participar en las elecciones de 2021; mientras que Ángel Álvarez cree que a la oposición solo le queda la construcción de una fuerza social para el futuro.
Tras la tormenta que ha sufrido en 2020, el nuevo año inicia con varios escollos para la oposición mayoritaria cuyo bastión de lucha ha sido la Asamblea Nacional (AN).
Aunque el sector del Parlamento que dirige Juan Guaidó instaló un periodo adicional 2021-2022, su sostenibilidad está en veremos; en parte porque varios de los diputados electos en 2015 se apartaron de esta línea y los acuerdos entre todos los grupos opositores parecieran, por ahora, esquivos.
Sobre los desafíos de este nueva y dura etapa luego del Poder Legislativo bajo control del oficialismo, el director de la encuestadora Delphos, Félix Seijas Rodríguez, ve como un imperativo el reacomodo que se desprende de los nuevos escenarios opositores, lo que pasa por ponderar el escenario interno y la posición de la comunidad internacional. Destaca que la reconfiguración pasa por estudiar todos los escenarios por cuanto se cerró un ciclo importante y habrá que ver cómo transcurre el nuevo.
“La oposición tiene un problema importante y es que cualquier liderazgo que los vaya a unir tiene que tener algún tipo de legitimidad, y ese mecanismo de legitimación es complicado. En el caso de Guaidó era el presidente de la AN. En este momento, eso queda un poco vacío, sigue siendo el Presidente interino según la mecánica que ha venido ocurriendo, instalan el Parlamento de nuevo y sigue siendo Presidente. ¿Pero, qué fuerza real va a tener eso? Eso es complicadísimo y operativamente la tienen difícil y hay que ver cómo se empieza a reconfigurar todo, ojalá sea rápido”, plantea Félix Seijas Rodríguez.
De allí que el director de Delphos recuerda que tanto la AN como las elecciones primarias, en su momento, impulsaron esos liderazgos; pero insiste en que la gente le es fiel a ideas, a deseos, no a personas. Pone como ejemplo que eso fue clave en el respaldo a Guaidó, un dirigente desconocido en su momento y apuntalado por la plataforma del Legislativo, y a quien ve bastante debilitado.
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