Transcurridos los primeros dos meses del año se observa como la hiperinflación sigue su avance indetenible, con sus efectos en el poder adquisitivo y el consumo familiar.
Por: Vicente Brito
Esta hiperinflación es inducida por el sostenimiento de la política monetaria expansiva del Banco Central donde tenemos una masa monetaria de alrededor de 60 billones de bolívares (60 millones de millones), como resultado del auxilio financiero otorgado por el instituto emisor al Gobierno para cubrir el creciente déficit fiscal, ante la caída de los ingresos petroleros y la recaudación tributaria, se estima que más de la mitad del gasto público total se financia por esta vía.
Lo más preocupante es el efecto causado en el consumo familiar al observarse una evidente desmejora, en la totalidad de los alimentos que pueden ser adquiridos sobre todo en los más esenciales como: Carne, pollo, pescado, leche, quesos, embutidos, etc. Los últimos informes presentados por distintas organizaciones nacionales e internacionales alertan sobre estas limitaciones para el consumo y sus efectos en las condiciones de vida de gran parte de la población.
La pérdida del poder adquisitivo es evidente, encontrándonos con un ingreso per cápita familiar de los más bajos del mundo, teniendo una drástica caída en los últimos tres años, que algunos estiman se ha reducido en valor real de compra entre un 50% y 65%, siendo su efecto más evidente en las familias de los estratos más pobres que son dos terceras partes de la población, los cuales no alcanzan a cubrir la mitad de la canasta alimentaria básica.
Las posibilidades de mejorar esta situación están sujetas a cambios profundos en las políticas públicas en el ámbito productivo, ya que resulta evidente que buena parte de la caída de la producción nacional ha sido causada por la estatización de la mayoría de las áreas productivas esenciales. Tales como la producción de alimentos donde se estima que las mejores tierras, agroindustrias procesadoras de maíz, arroz, azúcar, café, etc., así como empresas de agroquímicos, productora de fertilizantes, flota pesquera, procesadora de pescados, centrales azucareros, pasteurizadoras de leche y jugos, productoras de pollo y huevos, procesadora de soya, yuca, entre otras están en manos públicas. Lo difícil de entender es que casi todo este complejo productivo tiene la capacidad instalada para cubrir la totalidad del consumo nacional de alimentos, encontrándonos hoy que buena parte de ellas están paralizadas o con mínima producción, que no alcanza ni el 20% de cuando estaban en manos privadas. Utilizándose una parte importante de los recursos emitidos por el Banco Central para cubrir sus crecientes pérdidas operativas y financieras.
La paradoja es que cuando están empresas estaban en manos privadas producían entre el 70% y el 100% del consumo nacional a precios competitivos y con variedades de productos accesible a los distintos estratos sociales. Pagaban sus impuestos, hoy la mayoría de ellas no producen nada y solo generan inflación al tener que sostenerse sus pérdidas con los recursos del Banco Central.
Lo cual demuestra que la caída del consumo y la pérdida del poder adquisitivo de las familias, ha sido causada principalmente por la estatización del complejo productivo nacional. Así lo demuestran los números de cuanto alcanzaron a producir este conglomerado productivo en 1999 con lo logrado en 2019…
El país reclama rectificaciones y correcciones para mejorar sus limitadas condiciones de vida.
¿Estamos a tiempo?
Vicente Brito
Presidente
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