Jackeline salió de la ciudad de Guangzhou en China hace apenas dos semanas. La venezolana de 24 años de edad escogió España como nuevo destino tras huir del nuevo coronavirus, Covid-19, que ya suma casi 3 mil muertos en el país asiático.
La comunicadora que migró en 2018 se encontraba a 11 horas de Wuhan, lugar donde se originó la epidemia. La histeria colectiva no le era ajena, aún y cuando las autoridades chinas negaban la gravedad de lo que ocurría.
“La gente se estaba muriendo. Sabíamos que algo pasaba pero no decían nada hasta que reventó”, cuenta tras vivir días de terror. El trabajo de Jackeline en un restaurante empezó a verse en riesgo en medio de los largos encierros a los que ciudadanos se veían obligados por medidas de seguridad ante lo que el presidente Xi Jinping calificó luego de “mayor emergencia sanitaria” en la historia de China desde 1949.
Salía cada dos días y solo por dos horas, separada del resto de las personas con las que convivía. El acceso a algunos supermercados y la compra de mascarillas era limitado. La presión le arropaba. “Me sentía amarrada”, exclama.
Hasta principios de febrero, la ciudad de Guangzhou contaba con 111 casos. Días después se conoció sobre el caso de un bebé de 2 meses que fue dado de alta tras recuperarse del coronavirus. Mientras el mundo celebraba la noticia, Jackeline enfrentaba sus propias batallas.
“Los alimentos cada vez eran menos en los supermercados, hasta que llegó un punto en que ya no nos querían vender a nosotros los extranjeros. Una amiga de nacionalidad china tuvo que intervenir por nosotros”, recuerda Jackeline, que llegó a China con la ilusión de empezar desde cero gracias a un proyecto junto a otros venezolanos con visas de artistas. La joven venezolana se dedicaba al canto.
En su trabajo también fue empeorando todo. Se fue prohibiendo todo evento público y eso cerró sus posibilidades de generar ingresos. Jackeline dejó de trabajar a finales de enero y sus jefes le explicaron que no le pagarían nada de los últimos días por la falta de productividad.
“Tuve que buscar abogados, apoyo del consulado para presionar, pero me obligaron a renunciar”, explica. Así entonces, Jackeline tomó la decisión y la discutió con sus padres en Venezuela. El coronavirus era el último elemento en una serie de contras que ya venía evaluando para salir de China. Estaba cansada de la cultura asiática y necesitaba alejarse.
Ante la presión xenófoba que ya escalaba de nivel, escogió España como nuevo destino. No sería un camino fácil, el tiempo estaba en contra. Los aeropuertos en China ya comenzaban a cerrarse.
Jackeline pudo tomar un vuelo hasta Beijing y de allí salir hacia España, país que ya cuenta con 193 infectados de coronavirus, un fallecido y apenas dos recuperados, de acuerdo a El País.
Las doce horas de viaje fueron infernales. “El avión iba full de chinos, no miento. Todos iban tosiendo, estornudando y así llegaron a España. Me hicieron llenar un papelito sobre si tenía los síntomas o no y ya”, detalla al reconocer que no le fue realizado el protocolo de descarte.
Tanto a Jackeline como a su familia le preocupa la expansión del virus considerado pandemia mundial. En Europa, los contagios se han ido acelerando en las últimas horas y la comunicadora venezolana considera que hace falta más control. “Ese coronavirus es producto del descontrol, las líneas aéreas permitieron que los chinos salieran por todos lados”, comenta.
Mientras tanto, Jackeline mantiene un perfil bajo en la ciudad española que eligió como residencia. No comenta de dónde llegó. Teme por los prejuicios y las puertas que ello le pueda cerrar.
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