La educación ambiental es fundamental para enfrentar de mejor manera los daños y desafíos del cambio climático y para conscientizar la interrelación existente entre el impacto de esta problemática sobre los avances o retrocesos sociales y económicos de las poblaciones. Pero convertirla en un verdedero eje de transformación social y medioambiental implica reformas en las políticas educativas nacionales, en los marcos curriculares, planes de estudios y textos académicos de educación primaria, secundaria y universitaria.
En Latinoamérica, afirma la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), aunque en los sistemas escolares se referencien cuestiones relativas al medioambiente, la profundidad con que se abordan es muy baja.
Venezuela fue uno de los países pioneros en su incorporación dentro de los currículos de formación, incluso, a inicios de los 90, en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) —dedicada por excelencia a la formación docente— se creó una maestría y un doctorado en Educación Ambiental. Pero desde 1999, cuando se implantó el diseño curricular bolivariano, toda esa estructura se fue desvaneciendo, asegura Maritza Acuña, doctora en esta cátedra y egresada de dicha casa de estudio.
«No se ha actualizado (el contenido ambiental) en los programas de estudio después de que cambiamos al currículo bolivariano, en el que se difuminó, en todas las áreas, la educación ambiental (…) Todo decayó muchísimo porque se dejó de dar formación a los maestros en esa área y quedó solo para los que estuviesen interesados o especializados. Ya no hay docentes formados en ambiente porque o se fueron o se jubilaron. Aquí, a nivel formal, no se da la educación ambiental con la importancia que tiene. No tiene una estructura de difusión, prácticamente ni se hace», señala.
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