Aunque el número de fósiles conocidos crece cada vez más, es probable que nunca se pueda identificar con precisión la zona donde surgieron los humanos modernos, opina un equipo de antropólogos del Reino Unido y Alemania tras analizar el estado actual del problema.
Los científicos no solo sostienen que los datos disponibles son insuficientes para determinar con precisión el lugar y el tiempo en que se originó la humanidad, sino que sugieren que ese acontecimiento no puede determinarse ni aun teóricamente.
«Al contrario de lo que muchos creen, ni el registro genético ni el fósil han revelado hasta ahora un tiempo y lugar definidos para el origen de nuestra especie. Un momento así, en el que la mayoría de nuestra ascendencia se encontrara en una pequeña región geográfica y aparecieron los rasgos que asociamos con nuestra especie, puede no haber existido. Por ahora, sería útil alejarse de la idea de un solo momento y lugar de origen», cita un comunicado del Instuto Max Planck a un miembro del equipo, Pontus Skoglund.
Su colega Chris Stringer explica, además, que se hace cada vez más evidente el origen complejo del Homo sapiens.
«Algunos de nuestros antepasados habrán vivido en grupos o poblaciones que se pueden identificar en el registro fósil, mientras que se sabrá muy poco sobre otros. Durante la próxima década, el creciente reconocimiento de nuestros complejos orígenes debería expandir el enfoque geográfico del trabajo de campo paleoantropológico a regiones que antes se consideraban periféricas en nuestra evolución, como África central y occidental, el subcontinente indio y el sudeste asiático», pronostica el antropólogo.
Desplazar el enfoque
A la luz de la existencia de varias especies y poblaciones que dejaron huella en nuestra genética, estos científicos proponen preguntarse, en primer lugar, no dónde sino cómo se originó la humanidad.
«Las principales preguntas emergentes se refieren a qué mecanismos impulsaron y sostuvieron este mosaico humano, con todos sus diversos hilos ancestrales, a lo largo del tiempo y el espacio», afirma la antropóloga Eleanor Scerri.
«Comprender la relación entre los hábitats fracturados y los cambiantes nichos humanos, sin duda desempeñará un papel clave para desentrañar estas preguntas, aclarando qué patrones demográficos se ajustan mejor al registro genético y paleoantropológico», agrega.
El trabajo requerirá el uso más amplio y el perfeccionamiento de los métodos más avanzados. En particular, se trata de la extracción y análisis del ADN y proteínas de los fósiles fragmentados y del estudio interdisciplinario de los datos genéticos y arqueológicos.
Las consideraciones de estos antropólogos se desarrollan en un artículo publicado este miércoles en la revista Nature.
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