Lidera un grupo de empresas del sector construcción, cría purasangres para hacerlos competir en hipódromos de Venezuela y Estados Unidos, tiene mansiones en Caracas y Florida. Pero por ninguno de esos bienes suntuosos fue que Alejandro Ceballos Jiménez llamaría la atención de funcionarios de cumplimiento de un banco y de la unidad de inteligencia financiera del Departamento del Tesoro. En cambio, quedó bajo sus lupas por los pagos y transacciones vinculados a una obra de viviendas populares en los Valles del Tuy. Los flujos millonarios de dólares llegaban desde entes del gobierno chavista a una empresa en el Reino Unido simultáneamente vinculada a la ruta del ‘dinero K’ argentino.
Por PATRICIA MARCANO | Armando.info
En San Francisco de Yare, un pueblo a unos 75 kilómetros al sur de Caracas, en los valles del río Tuy que sirven de dormitorio tanto a trabajadores del área metropolitana como a una inmensa población marginada, es raro que alguien no sepa cómo llegar a Colinas de San Francisco de Yare.
Literalmente, es en ese urbanismo donde reside el acervo histórico del pueblo, que le ha permitido ser un lugar conocido en todo el país y llegar hasta la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Los cultores de los Diablos Danzantes de Yare -la colorida ceremonia del jueves de Corpus Christi- fueron beneficiados con apartamentos en Colinas de San Francisco de Yare, un proyecto aprobado en tiempos de Hugo Chávez y culminado durante el gobierno de Nicolás Maduro, como parte de la Gran Misión Vivienda Venezuela.
Para llegar allí hay que sortear la escasa oferta de transporte público que cubre la ruta entre la capital venezolana y el pueblo. El trayecto, que normalmente tomaría apenas una hora, llega a durar hasta tres. Desde la plaza Bolívar, donde danzan los Diablos de Yare en junio, se sigue hasta tomar la carretera nacional Yare-Santa Teresa y allí, en una explanada, se deja ver con enormes letras blancas el nombre de Colinas de San Francisco de Yare.
El anuncio corpóreo, con caracteres tridimensionales, no podría pasar inadvertido. Aunque se puede apostar a que sus diseñadores nunca pensaron que esa notoriedad sería para tanto, hasta el punto que el nombre del complejo habitacional pasó a formar parte de un intercambio de información entre oficiales de cumplimiento de bancos en Estados Unidos y personal de la unidad de inteligencia financiera (FinCEN, por su acrónimo en inglés) del Departamento del Tesoro en Washington DC.
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