Argentina despidió este jueves a Diego Armando Maradona con fervor casi religioso. Los incidentes se fueron agravando con el paso de las horas y obligaron a retirar el cadáver de su capilla ardiente.
Pedro Cifuentes | El Confidencial
Buenos Aires vivió este jueves una reedición de los multitudinarios entierros de Carlos Gardel o Evita Perón, y acompañó en masa al semidiós del fútbol a su lugar de descanso final, el cementerio de Bella Vista, a 35 kilómetros de la capital argentina, tras haber causado una serie de avalanchas e incidentes que obligaron incluso a las autoridades policiales a retirar el cadáver del ’10’ de la capilla ardiente antes de lo previsto, por una invasión del recinto presidencial de la Casa Rosada.
La sede del Gobierno nacional estuvo cercada desde las seis de la mañana, hora de comienzo del velatorio. El Ejecutivo esperaba una afluencia de un millón de personas durante la jornada; no se han conocido cifras oficiales, pero la masa enfervorizada cerca estuvo de causar un grave problema de seguridad (y quién sabe si otro de salud pública) cuando varios hinchas lograron trepar las rejas del palacio y acceder al interior de forma descontrolada, con los bomberos usando las mangueras a presión para derribar a los escaladores y cientos de miles de seguidores gritando en las colas de acceso.
Zozobra en el Obelisco
Hubo cargas policiales y gas lacrimógeno para frenar las multitudes. La despedida de Diego Armando Maradona estaba siendo extraordinariamente emotiva desde la madrugada, con colas de más de dos kilómetros en las inmediaciones de la Casa Rosada (y el consiguiente temor a una expansión del coronavirus). Pero por la tarde, tomó un cariz preocupante y violento: la situación no llegó a desbocarse por la rápida intervención de policías y cuerpos militares. Pasado ese momento de grave confusión y descontrol, cuando el recinto logró ser acordonado, la muchedumbre se agolpó en la cercana plaza del Obelisco entre protestas y provocó otro rato de zozobra: actos de pillería, pedradas, enfrentamientos con las fuerzas del orden, balas de goma, algunos detenidos y aficionados heridos (según informó el diario ‘La Nación’).
Tal fue la cantidad de gases lacrimógenos utilizados que afectaron incluso a las personas que estaban trabajando dentro de la sede del Gobierno. En torno a las tres y media de la tarde (hora local), las autoridades policiales ingresaron en la capilla ardiente y se llevaron el féretro para trasladarlo al Salón de los Pueblos Originarios, en el primer piso del edificio, custodiado por personal militar. Los intrusos derribaron algunas estatuas de expresidentes. Un efectivo de Casa Militar terminó herido en la frente, y sufrió roturas el portón de la calle Balcarce 50. Después de varios minutos de descontrol, las autoridades lograron revertir la situación.
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