El fin de la pandemia ya está a la vista. Al igual que el rescate de la catástrofe económica mundial más traumática desde la Gran Depresión. A medida que las vacunas contra la COVID-19 entran en el torrente sanguíneo, la recuperación se vuelve realidad.
Peter Goodman // The New York Times
Sin embargo, los beneficios no se repartirán por igual en absoluto. Las naciones ricas de Europa y América del Norte han conseguido el grueso de las limitadas existencias de vacunas, lo que promete que su suerte económica sin duda mejorará en el futuro. Mientras tanto, los países en desarrollo, donde vive la mayor parte de la humanidad, tienen que asegurar sus propias dosis.
La distribución asimétrica de las vacunas parece empeorar la realidad económica: el mundo que surge de este aterrador capítulo de la historia será más desigual que nunca. Los países pobres seguirán asolados por la pandemia, lo que los obligará a gastar sus escasos recursos, ya de por sí afectados por las crecientes deudas con los prestamistas de Estados Unidos, Europa y China.
Desde siempre, la economía mundial se ha visto dividida por profundas disparidades en la riqueza, la educación y el acceso a elementos vitales como el agua potable, la electricidad y la internet. La pandemia ha provocado la muerte y la destrucción de los medios de subsistencia de las minorías étnicas, las mujeres y los hogares de bajos ingresos. Es probable que el final añada otra división que podría reconfigurar la vida económica durante años, con la separación de los países con acceso a las vacunas de los que no lo tienen.
“Es evidente que los países en desarrollo, y en especial los países en desarrollo más pobres, van a quedar excluidos durante algún tiempo”, afirmó Richard Kozul-Wright, director de la División de Estrategias de Globalización y Desarrollo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo en Ginebra. “A pesar de que se entiende que las vacunas deben considerarse un bien mundial, el suministro sigue estando en gran medida bajo el control de las grandes farmacéuticas de las economías avanzadas”.
Las organizaciones internacionales de ayuda, los filántropos y las naciones ricas se han unido en torno a la promesa de velar porque todos los países obtengan las herramientas necesarias para luchar contra la pandemia, como equipo de protección para los médicos, además de pruebas, terapias y vacunas. No obstante, no han podido respaldar sus garantías con suficiente dinero.
La principal iniciativa, la Asociación para la Aceleración del Acceso a las Herramientas contra la COVID-19 (la ACT-Accelerator Partnership, conocida como Covax), emprendida por la Organización Mundial de la Salud y la Fundación Bill y Melinda Gates, entre otros, ha asegurado menos de 5.000 millones de dólares de los 38.000 millones de dólares previstos.
Un grupo de países en desarrollo encabezado por India y Sudáfrica trató de aumentar el suministro de vacunas mediante su fabricación in situ, de preferencia en asociación con las farmacéuticas que produjeron las versiones principales. En un intento por asegurar la influencia, el grupo ha propuesto que la Organización Mundial del Comercio (la OMC) renuncie a las protecciones tradicionales en materia de propiedad intelectual y permita a los países pobres fabricar versiones asequibles de las vacunas.
La OMC opera con base en el consenso. Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea, donde las empresas farmacéuticas ejercen influencia política, bloquearon la propuesta. La industria argumenta que la protección de las patentes y los beneficios que estas generan son un requisito para la innovación que produce medicamentos que salvan vidas.
Los defensores de la suspensión de las patentes señalan que muchos medicamentos de gran éxito se comercializan a través de la investigación financiada por el gobierno y argumentan que esto crea un imperativo para colocar el bien social en el corazón de las políticas públicas.
“En realidad, la pregunta es: ‘¿Este es momento para obtener beneficios?’”, comentó Mustaqeem De Gama, consejero de la misión sudafricana ante la OMC en Ginebra. “Hemos visto a los gobiernos cerrar economías, limitar las libertades; sin embargo, la propiedad intelectual se considera tan sacrosanta que es intocable”.
En las naciones ricas que han asegurado el acceso a las vacunas, el alivio del desastre económico provocado por la emergencia de salud pública está en marcha. Podrían levantarse las restricciones que han cerrado los negocios, lo cual traería beneficios económicos significativos ya desde marzo o abril.
Por el momento, el panorama es sombrío. Estados Unidos, la mayor economía del mundo, ha tenido un índice de mortalidad equivalente a un 11 de septiembre cada día, por lo que la vuelta a la normalidad parece lejana. Las principales economías como el Reino Unido, Francia y Alemania se encuentran de nuevo en cierres de emergencia a medida que el virus mantiene su impulso.
Sin embargo, la economía mundial, después de contraerse un 4,2 por ciento este año, parece que se expandirá un 5,2 por ciento el año próximo, según Oxford Economics. Este pronóstico supone un crecimiento anual del 4,2 por ciento en Estados Unidos y una expansión del 7,8 por ciento en China, la segunda economía más grande del mundo, donde las acciones gubernamentales lograron controlar el virus.
Según IHS Markit, dada la prevalencia del virus, Europa continuará rezagada y la economía del continente no volverá a su tamaño anterior a la crisis hasta dentro de dos años. No obstante, un acuerdo alcanzado entre el Reino Unido y la Unión Europea el jueves, por el que mantienen gran parte de su relación comercial después de Brexit, ha aliviado los peores temores sobre una desaceleración del comercio regional.
Sin embargo, para 2025, el daño económico a largo plazo de la pandemia será dos veces más grave en los llamados mercados emergentes en comparación con los países ricos, según Oxford Economics.
Muchos economistas dan por hecho que a medida que las vacunas mitiguen el miedo, la gente se volcará hacia experiencias que no han estado permitidas y abarrotarán restaurantes, eventos deportivos y destinos turísticos. Los hogares han ahorrado porque han cancelado las vacaciones y se han entretenido en casa.
“Si la gente se tranquiliza y se levantan algunas de las restricciones, se podría ver un derroche de gastos”, predijo Ben May, economista global de Oxford Economics en Londres. “Mucho de esto tendrá que ver con la velocidad y el grado al cual la gente regrese a comportamientos más normales. Eso es muy difícil de saber”.
No obstante, muchos países en desarrollo se encontrarán habitando un planeta diferente en la práctica.
Estados Unidos ha asegurado demandas de hasta 1500 millones de dosis de vacunas, mientras que la Unión Europea ha bloqueado cerca de 2000 millones de dosis, más que suficientes para vacunar a todos sus ciudadanos, mientras que muchos países pobres podrían quedarse esperando hasta 2024 para vacunar a toda su población.
La elevada carga de la deuda limita la capacidad de pago de las vacunas que tienen muchos países pobres. Los acreedores privados se han negado a participar en una iniciativa de suspensión de la deuda promovida por el Grupo de los 20.
La ayuda prometida por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional ha resultado decepcionante. En el FMI, el gobierno de Trump se opuso a una expansión de los llamados derechos especiales de giro (la moneda básica de la institución), con lo que privó a los países pobres de recursos adicionales.
“La respuesta internacional a la pandemia ha sido en esencia lamentable”, dijo Kozul-Wright en el organismo de comercio de la ONU. “Nos preocupa que a medida que avanzamos en la distribución de las vacunas, nos vamos a volver a encontrar con esto”.
Uno de los elementos de la Covax tiene como objetivo permitir a los países pobres comprar vacunas a precios asequibles, pero choca con la realidad de que la producción está limitada y controlada por empresas con fines de lucro que tienen que rendir cuentas a sus accionistas.
“La gran mayoría de la gente en el mundo vive en países donde dependen de la Covax para tener acceso a las vacunas”, señaló Mark Eccleston-Turner, experto en Derecho Internacional y Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Keele en Inglaterra. “Es un fracaso extraordinario del mercado. El acceso a las vacunas no se basa en la necesidad. Se basa en la capacidad de pago y la Covax no soluciona ese problema”.
El 18 de diciembre, los líderes de la Covax anunciaron un acuerdo con las empresas farmacéuticas con el objetivo de proporcionar a los países de ingresos bajos y medios casi 2000 millones de dosis de vacunas. El acuerdo, que se centra en las vacunas en desarrollo que aún no han obtenido la aprobación para su uso, proporcionaría suficientes dosis para vacunar a una quinta parte de las poblaciones de los 190 países participantes para fines del año próximo.
The New York Times 2020
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