Corea del Norte volvió a lanzar este sábado 10 de agosto, dos misiles balísticos de corto alcance, con lo que mantiene su pulso con Seúl y Washington por las maniobras militares que los aliados realizan en el Sur y a las que Pionyang se opone con firmeza.
El régimen que encabeza Kim Jong-un disparó a primera hora de la mañana otros dos proyectiles desde su costa oriental, el quinto test de este tipo en quince días, y que al igual que en los anteriores se hizo con misiles balísticos de corto alcance, según el análisis del Estado Mayor Conjunto (JCS) surcoreano.
Pionyang ha dejado claro que estas exhibiciones militares son una «advertencia» a Seúl y a Washington por sus maniobras conjuntas veraniegas, a través de sucesivos comunicados de los medios estatales y de declaraciones del líder norcoreano.
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El propio Kim dio un paso más al enviar esta semana una carta personal dirigida al presidente estadounidense, Donald Trump, en la cual el dictador mostraba que no está «contento» con los lanzamientos de misiles realizados por su propio gobierno, pero los justificaba por las maniobras de los aliados, según desveló el mandatario de la Casa Blanca en la víspera.
«Él (Kim) no está contento con las pruebas, lo puso en la carta y dijo que también ve un gran futuro para Corea del Norte», precisó Trump en declaraciones a los medios en la Casa Blanca.
Kim «no está contento con esos juegos de guerra. Y ustedes saben que a mí tampoco me ha gustado nunca», añadió Trump, quien también abrió la puerta a tener otra reunión con el «líder supremo» norcoreano, en la que sería la cuarta cumbre bilateral.
Kim y Trump se comprometieron a reactivar el diálogo para el desarme nuclear del régimen en su última cumbre, celebrada a finales de junio en la frontera intercoreana, aunque esto no se ha producido ni está claro cuándo sucederá.
Los dos aliados efectúan esas maniobras castrenses entre los días 5 y 20 de este mes en Corea del Sur, aunque la escala de los ejercicios se ha reducido de forma significativa respecto a años anteriores con objeto de contribuir a la distensión en la península y al diálogo.
Esto no ha sido suficiente para apaciguar a Pionyang, que considera que los ejercicios de los aliados «vulneran» lo acordado en la última cumbre con EEUU, mientras que el presidente estadounidense se ha mostrado comprensivo con los persistentes tests norcoreanos y les ha restado importancia.
Seúl, en cambio, parece más alarmado con los lanzamientos del Norte, en los que el régimen afirma haber verificado la eficacia de un tipo de proyectil con alcance suficiente para golpear el Sur y las bases estadounidenses allí ubicadas.
Los máximos responsables de defensa e inteligencia del Sur, Jeong Kyeong-doo y Suh Hoon, creen que los movimientos del norte «son una demostración de fuerza» y están dirigidos a «testar las capacidades de su nuevo modelo de proyectiles de corto alcance», según manifestó este sábado un portavoz de la oficina presidencial surcoreana.
Ambos altos cargos de Seúl «instaron al Norte a dejar de lanzar misiles» y advirtieron de que «su serie de movimientos provocativos pueden derivar en una escalada de las tensiones militares en la península coreana», señaló el portavoz en un comunicado.
El último test armamentístico del Norte tuvo lugar al día después de la visita a Seúl del secretario de Defensa de EEUU, Mark Esper, para reunirse con su homólogo surcoreano y con el presidente Moon Jae-in, entre otros miembros de su Gobierno.
Durante las reuniones, el Jefe del Pentágono reiteró la voluntad estadounidense de dialogar con Pionyang y al mismo tiempo de mantener las sanciones sobre el régimen hasta que éste se desnuclearice.
Pero ni Esper ni los miembros del Ejecutivo de Seúl mencionaron públicamente las protestas y amenazas expresadas por el Norte con motivo de las actuales maniobras conjuntas, y se limitaron a hablar sobre dichos ejercicios desde un punto de vista técnico.
EFE