Mientras Washington enfrenta nuevas demandas en su plan de acercamiento para las conversaciones bilaterales en búsqueda de una solución a la complejidad que plantea reflotar el Acuerdo Nuclear con Teherán (JCPO por sus siglas en inglés), la inteligencia de los países del Golfo ha hecho saber a EE.UU. que dispone de información creíble sobre el régimen iraní que indica la planificación de acciones más duras en búsqueda de subir la apuesta por parte de Teherán para responder a las presiones estadounidenses y negociar en base a sus condiciones.
Por George Chaya | Infobae
El abordaje y la resolución del controversial en curso por parte de la administración Biden en relación a Irán es un tema de alta importancia para la comunidad internacional, pero en extremo sensible para los socios de Washington en la región. Muchos detractores europeos del ex-presidente Trump lo sindican como responsable de los problemas actuales por abandonar el acuerdo en 2018, luego que la administración de Barack Obama resolviera, en apariencia, el problema con el régimen persa en 2015.
Sin embargo, para los árabes sunníes, el mayor error de Trump no fue abandonar dicho acuerdo y ampliar las restricciones económicas iraníes con nuevos paquetes de sanciones económicas sino que el paso erróneo de la anterior administración fue ordenar y ejecutar el asesinato del comandante de la fuerza Al-Quds, el General Qassem Soleimani en los primeros días de enero de 2020. Ese evento, cambió diametralmente las políticas iraníes en Oriente Medio y también la posición de Irán hacia Washington al considerar que era una “linea roja” que los estadounidenses no debieron cruzar. Así, la situación se agravo y la escalada se profundizo, de allí que en su momento Associated Press publicara la noticia que según informes de inteligencia de EE.UU., Irán interfirió en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020 y que Teherán estuvo detrás una serie de ataques con cohetes sobre bases estadounidenses en Irak por parte de milicias chiitas asociadas a Irán. En ese marco también se produjo, según Teherán “el error” que dio lugar a la tragedia del vuelo 752 de Ukranie International Airlines, dónde 176 personas entre pasajeros y tripulación perdieron la vida al ser derribado por un misil tierra-aire disparado por la división aeroespacial de la Guardia Revolucionaria iraní.
Actualmente las cosas no han cambiado mucho, el pasado martes trascendieron informes tanto o más graves sobre los planes iraníes de beligerancia hacia EE.UU. Según Associated Press, los saudíes han interceptado información altamente sensible de que Irán planifica ataques contra una serie de bases militares en suelo americano. Según la información de inteligencia remitida a Washington desde el Golfo a finales de enero se interceptaron comunicaciones que se repitieron la última semana de marzo que la agencia de Seguridad Nacional pudo corroborar en conjunto con sus socios suníes del Golfo. Las comunicaciones interceptadas revelan que la fuerza Al-Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán ha puesto en marcha un plan de ataques como el ejecutado en su tiempo contra el USS Cole pero contra la base de Fort McNair, en Washington DC. También se grabaron y escucharon debates sobre planes para “infiltrar y vigilar la unidad militar, lo cual ya habría ocurrido desde fines de febrero”. Según las escuchas, las conversaciones se focalizan en el objetivo de vengar el asesinato de Soleimani, el mítico comandante de la fuerza Al-Quds abatido por un dron estadounidense al arribar al aeropuerto de Bagdad, Irak.
El USS Cole fue un destructor de la marina estadounidense que fue atacado e impactado con un bote mediano por un terrorista suicida de Al-Qaeda en octubre de 2000, el resultado de ese ataque yihadista fue la muerte de diecisiete marinos norteamericanos. El hecho se produjo un año antes de los destructivos ataques con aviones comerciales secuestrados el 9-11.
Según los informes, otro blanco que se menciona es el General Joseph Martin, que vive con su familia en Fort McNair; el General fue puesto en conocimiento de la investigación que lleva adelante la contra-inteligencia militar. Martin es el segundo jefe del Ejército desde 2019 y recientemente fue ascendido a General jefe de todas las unidades militares del ejército norteamericano.
En consideración a la amenaza se han implementado medidas adicionales por parte del Ejército alrededor de esa base y de otras tres cuyas ubicaciones se mantienen en reserva, incluida una zona de amortiguación que los ciudadanos estadounidenses han presenciado el último mes en toda la costa del Canal de Washington. Las medidas han sido un punto de discordia entre los funcionarios del Distrito de Columbia, aunque el motivo del accionar del Ejército no se había hecho público hasta el pasado miércoles en que el nivel adicional de seguridad modificó la vida normal de esas zonas urbanas.
Una publicación de Reuters indica que varios representantes del Distrito de Columbia se mostraron dubitativos cuando fueron consultados sobre las restricciones adicionales vigentes. El Departamento de Defensa informó al presidente Biden que está recibiendo quejas desde el Distrito de Columbia junto a pedidos para que se retiren las medidas preventivas porque no hay evidencia concreta de una amenaza inminente que respalde las restricciones que se han implementado.
Muchos integrantes del Congreso piensan que si Irán patrocina un ataque en suelo estadounidense estaría mostrando una acción desesperada e incurriendo en un error fatal si se atreviera a una acción de tal naturaleza. Sin embargo, un grupo de Congresistas demócratas y republicanos que integran el Comité del Senado para Asuntos de Oriente Medio y el Golfo han mencionado un hecho que no es menor, Irán celebrará elecciones en el mes de junio y han considerado dos aspectos de relevancia, por un lado, el régimen Khomeinista -con una acción de esa naturaleza- podría eliminar antes de la elección cualquier aspiración de la facción reformista del país y por el otro, aunque negara y no se atribuyera un golpe de tal magnitud, aún sabiendo que pueda recibir durisimas represalias estaría uniendo la resistencia local en el plano político y económico a su sentimiento anti-estadounidense y en el plano militar, activaría sus grupos afines en vastas zonas de la región .
El Pentágono sabe que los ciudadanos iraníes -en gran parte- son favorables a Occidente a pesar de estar oprimidos por un régimen anti-estadounidense, no obstante, sus intereses y los de EE.UU. se alinean de manera importante aunque una acción de represalia sobre su suelo podría quebrar esa realidad y fortalecer a la teocracia gobernante.
Los fundamentos esenciales de la solidez y fortaleza política del régimen de Irán no son ni de izquierda ni de derecha desde que el Ayatollah Khomeini tomó el poder en 1979 y la ecuación fue alterada por completo con el gobierno de Wilayat al-Faqih (en lengua árabe: el gobierno de las leyes de Dios según la doctrina chiita). Esto no ha cambiado en las posiciones de Irán en sus políticas para la región y es tan cierto hoy como lo era antes de la firma del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) suscripto por el presidente Obama.
La administración Biden sí ha cambiado la posición estadounidense desde su ingreso al salón Oval, el presidente dejó de lado la política de presión sobre la economía iraní para impulsar nuevas negociaciones que den lugar a otro tipo de acuerdo con el régimen persa. Como parte de ese cambio, la política actual demócrata -igual que ocurrió durante la administración Obama- está chocando con la dura posición diplomática de Teherán. Además, ahora aparece un problema adicional en la seguridad nacional para los estadounidenses que es la amenaza de ataques terroristas en su suelo, algo que sin lugar a dudas debería considerar Biden para repensar si el intento de reestablecer el acuerdo nuclear con Irán, levantar sanciones económicas y embargos está en el camino correcto.
Al conocerse la nueva amenaza, los activistas tanto dentro como fuera de Irán manifestaron profunda preocupación de que los esfuerzos de la nueva administración impulsen al régimen iraní a intensificar aún más su represión interna.
El impacto que produjo la información en Washington disparo preocupación y un cambio de prioridades que coloca a EE.UU. en peligro de abdicar aspectos relativos a las sanciones económicas que potenciarían al régimen en su conducta relacionada a la las violaciones a los derechos humanos al interior de Irán, lo que será rechazado por los ciudadanos y las organizaciones iraníes en el exilio que exigen a Washington más presión sobre el gobierno teocrático. Sin embargo, si Biden se enfoca como sugieren algunos de sus asesores cercanos por continuar las presiones económicas como estrategia para llevar a Irán a la mesa de negociaciones sin centrarse en las carencias del pueblo iraní y sus derechos humanos, el presidente estará corriendo el riesgo de ceder la autoridad moral en su comunicación estratégica con los ciudadanos iraníes y con la propia comunidad internacional, al tiempo que fortalecería al régimen de la República Islámica. Está documentado ampliamente que el régimen iraní es uno de los mayores violadores de los derechos humanos de sus ciudadanos y es, junto a China, de los que mas ejecuciones lleva adelante de manera rutinaria con sus oponentes políticos, por no mencionar las ejecuciones de homosexuales y otras personas que no han tenido un proceso normal ni juicio justo.
Por estas y otras varias razones, cualquier modificación del JCPOA podría no obtener la mayoría necesaria de los dos tercios del voto del Senado para que vuelva a convertirse en un tratado formal. Y esas mismas razones dieron lugar a que el ex-presidente Donald Trump se retirara del acuerdo en 2018.
Las experiencia y el historial sobre la conducta de Irán debería brindar un aprendizaje para la administración Biden, que ahora, bajo amenazas que se han extendido incluso al peligro de un ataque terrorista en suelo estadounidense parece estar considerando seriamente algún tipo de acuerdo rápido con Teherán, pero en condiciones peores a las que acepto en 2015 el ex-presidente Obama.
No obstante, es claro que para que cualquier acuerdo pueda ser alcanzado y considerado como legítimo, ese acuerdo deberá abordar la seguridad nacional de EE.UU. a largo plazo. También debería considerar los imperativos internacionales en materia de derechos humanos y ser aceptado de manera amplia por el electorado estadounidense. Además y como condición excluyente un nuevo acuerdo debe “ser aprobado por los dos tercios del Senado para que sea reconocido como tratado formal de aplicación plena y legal”.
Todo lo anterior excede la voluntad y decisión personal del presidente Biden. Si su administración realmente desea ser pluralista y justa como él ha afirmado de forma reiterada, entonces necesitará ir más allá de su pensamiento personal o idea partidaria para sentar las bases de un enfoque inclusivo, positivo y exitoso. Cualquier otra cosa que Biden decida hacer resultará en inestabilidad futura, incluso en materia de seguridad nacional dentro de su propio territorio.
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